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martes, noviembre 12

“La esencia cristiana es una invitación a la fiesta"

Lo afirmo el Papa Francisco en la Misa del martes 5 de noviembre en Santa Marta…”


…pues, contarles, con el corazón henchido que la pre-escuela Chascomús, ese mismo día estuvo de ¡GRAN FIESTA!

“Entrar en la Iglesia –continuó el Papa- es hacer comunidad…” “es participar de las virtudes, de los dones que el Señor nos ha dado, en el servicio del uno por el otro…”

En S+M esto lo tenemos bien aprendido… y nosotros- “los laguneros”- ¡oh! Siempre somos los beneficiados…

“El Dios de las sorpresas” una vez más nos agració… con la visita de: Bety!, M. Eugenia!, Mechi!, María! y Martín!!!

¡QUE FIESTA! ¡fiesta la alabanza, la oración espontánea, el compartir, el rezo del Angelus “cuando el sol Señor se apaga”… y también la mástica…

Lleguen a uds. las “burbujitas” de la embriaguez sin vino que da el Espíritu.

Abrazo grande y cálido como el Sol.


Pre-escuela Chascomús.

jueves, noviembre 7

¡COMUNIDAD ORANTE!

Querida familia:


Pedimos oraciones por nuestra querida Tere Terrero. 

Está internada en el Sanatorio Mater Dei dónde va a ser sometida a una intervención intestinal.

¡La oración de todos la va a fortalecer y consolar!

Que María de Guadalupe, a quién ella ama tanto, la cubra con su manto y la proteja

Mercedes Sarmiento

sábado, noviembre 2

FRANCISCO

«ser santos no es 

un privilegio de pocos 

sino una vocación para todos»

Al rezar el Ángelus desde la ventana de su apartamento, ante la multitud reunida en la plaza San Pedro, en plena la solemnidad de Todos los Santos, el papa Francisco ha asegurado que «los santos no son superhombres, ni han nacido perfectos. Son como nosotros, como cada uno de nosotros, son personas que antes de alcanzar la gloria del cielo han vivido una vida normal, con alegrías y dolores, fatigas y esperanzas».

El Papa ha peguntado: «Pero ¿qué ha cambiado su vida? Cuando han conocido el amor de Dios, lo han seguido con todo el corazón, sin condiciones o hipocresías; han gastado su vida al servicio de los demás, han soportado sufrimientos y adversidades sin odiar y respondiendo al mal con el bien, difundiendo alegría y paz»
El pontífice argentino destacó que ser santos «no es un privilegio de pocos, sino que es una vocación para todos» y señaló que todos estamos llamados a caminar por la vía de la santidad, que tiene un nombre y un rostro: Jesucristo.

Los santos nos dicen que confiemos en el Señor

Asimismo, preguntó: «¿Qué nos dicen los santos, hoy?» Y respondió: Nos dicen que debemos confiar en el Señor, ¡porque Él no decepciona! A la vez que con su testimonio nos animan a «no tener miedo de ir contracorriente o de ser incomprendidos y escarnecidos cuando hablamos de Él y del Evangelio».
Antes de rezar la oración dedicada a María, Reina de Todos los Santos, el Papa dijo que «nuestra oración de alabanza a Dios y de veneración de los espíritus bienaventurados se une a la oración de sufragio por cuantos nos han precedido en el pasaje de este mundo a la vida eterna».
También pidió una oración en silencio por los inmigrantes muertos en las costas de la isla de Lampedusa en su travesía para alcanzar Italia, al subrayar que son «hermanos y hermanas nuestros, hombres, mujeres y niños, empujados por la sed, el hambre y el cansancio».
Francisco improvisó estas palabras sobre los inmigrantes que se ponen en marcha «para alcanzar unas condiciones de vida mejores».

viernes, noviembre 1

Día de todos los Santos y conmemoración de los fieles difuntos, por Mons. Mollaghan

“La fe en Cristo nos salva” (Lumen Fidei, 20)
Invitación de monseñor José Luis Mollaghan, arzobispo de Rosario, a celebrar el día de todos los santos el 1º de noviembre, y a rezar por los difuntos el próximo 2 de noviembre en el Año de la Fe (Rosario, 25 de octubre 2013) 

Queridos sacerdotes, religiosos, religiosas y fieles laicos: 

El 1º de noviembre, día de Todos los Santos, y el próximo 2 de noviembre, conmemoración de los fieles difuntos, son una ocasión para reafirmar nuestra fe y mirar hacia la eternidad. 

Mirando hacia la muchedumbre de santos 
En la fiesta de Todos los Santos, la Iglesia nos invita a creer y contemplar a la multitud de hombres y mujeres de todo pueblo y nación que están junto a Dios; porque han creído en Jesucristo nuestra salvación. Como nos dice la Encíclica Lumen Fidei, “La fe en Cristo nos salva” (P. Francisco, Lumen Fidei, 20). 

Mirando hacia la muchedumbre de santos, nos alegramos especialmente por la reciente beatificación del querido Cura Brochero, “testigo del amor de Cristo hacia los pobres” (hom. beatificación) y por el precioso don de nuestros santos y beatos llamados a la gloria de Dios. 
En la conmemoración de los difuntos, en cambio, miramos a nuestros seres queridos que han pasado por la muerte; sabiendo también por la fe que esta vida no termina, y que ellos han sido llamados a la eternidad. 

El recuerdo de los que han partido 
El recuerdo de los que han partido es memoria y oración Hoy miramos la parte de la historia que hemos recorrido con nuestros seres queridos y recordamos las relaciones de familia, de amor y de amistad que transcurrieron en nuestra vida. 

Los recordamos porque creemos en la vida eterna, y sabemos que nuestra vida es indestructible, y que se transforma para la eternidad (cfr. Prefacio Dif.). 

Precisamente la resurrección de Cristo es principio y fuente de nuestra futura resurrección. El mismo Jesús habló de ello al anunciar la institución de la Eucaristía como sacramento de la vida eterna y de la resurrección futura: “El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré el último día'” (Jn 6, 54). 

Más aún, nosotros cristianos creemos que estamos destinados a resucitar, porque llevamos en nuestro ser espiritual el sello del amor de Dios, que nos creó, de Jesucristo que nos redimió y del Espíritu Santo que nos vivificó. Por eso creemos en la resurrección de los muertos y en la vida del mundo futuro. 

Jesús vuelve a decirnos “¿Crees esto?” 
Ante la muerte y la esperanza de la Vida eterna, Jesús vuelve a decirnos en este día, como lo hizo a Marta en el Evangelio: “¿Crees esto?”. 

Y nuestra respuesta es sí creemos, a pesar de las oscuridades. Creemos porque Jesús tiene palabras de vida eterna, y esperamos el don de la vida después de la vida, llena de luz y de paz (cfr. Benedicto XVI, Angelus 9.III.08). 

Por ello el próximo 2 de noviembre nuestro recuerdo, y nuestra oración es para nuestros difuntos; participando en la Misa por ellos, y pidiendo por su eterno descanso en el Cielo. Como dijo San Juan Crisóstomo “No dudemos, pues, en socorrer a los que han partido y en ofrecer nuestras plegarias por ellos” ( CATIC, 1032). 

En el año de la fe, reafirmemos nuestra fe, “con la esperanza que nos proyecta hacia un futuro cierto, que se sitúa en una perspectiva diversa de las propuestas ilusorias de los ídolos del mundo, pero que da un impulso y una fuerza nueva para vivir cada día” (P.Francisco, Lumen Fidei, 57). 

Lo hacemos confiando en la Santísima Virgen del Rosario, “para que esta luz de la fe crezca continuamente en nosotros, hasta que llegue el día sin ocaso, que es el mismo Cristo, tu Hijo, nuestro Señor” (ib. 60). 

Mons. José Luis Mollaghan, 

arzobispo de Rosario

FIESTA DE TODOS LOS SANTOS

Hoy, 1ro de noviembre, nos unimos y celebramos a las personas que han llegado al cielo, conocidas y desconocidas. 

Santo es todo aquel que ha llegado al cielo. Algunos han sido canonizados, es decir que son propuestos por la Iglesia como ejemplos de vida cristiana, pero son tan santos como aquellos que han llegado al cielo.

Comunión de los santos




La comunión de los santos, significa que ellos participan activamente en la vida de la Iglesia, por el testimonio de sus vidas, por la transmisión de sus escritos y por su oración. Contemplan a Dios, lo alaban y no dejan de cuidar de aquellos que han quedado en la tierra. La intercesión de los santos significa que ellos, al estar íntimamente unidos con Cristo, pueden interceder por nosotros ante el Padre. Esto ayuda mucho a nuestra debilidad humana.
Su intercesión es su más alto servicio al plan de Dios. Podemos y debemos rogarles que intercedan por nosotros y por el mundo entero.

Aunque todos los días deberíamos pedir la ayuda de los santos, es muy fácil que el ajetreo de la vida nos haga olvidarlos y perdamos la oportunidad de recibir todas las gracias que ellos pueden alcanzarnos. Por esto, la Iglesia ha querido que un día del año lo dediquemos especialmente a rezar a los santos para pedir su intercesión. Este día es hoy.


Es una oportunidad que la Iglesia nos da para recordar que Dios nos ha llamado a todos a la santidad. Que ser santo no es tener una aureola en la cabeza y hacer milagros, sino simplemente hacer las cosas ordinarias extraordinariamente bien, con amor y por amor a Dios. Todos debemos trabajar cada día para conseguirla, estando conscientes de que se nos van a presentar algunos obstáculos como nuestra pasión dominante; el desánimo; el agobio del trabajo; el pesimismo; la rutina y las omisiones.


No estamos solos. María, nuestra SANTA MADRE, nos lleva de su mano a Jesús por Quien llegamos al Padre en el Espíritu.

y todos los santos unidos en toda su humanidad gloriosa a Jesús, nos escuchan, acompañan, asisten para que nosotros también podamos ser "santos" y felices eternamente.

domingo, octubre 27

Jornada Mundial de la Familia en Roma con el Papa Francisco



Roma, 26 de octubre de 2013 

¡Queridas familias, ¡'buona sera' y bienvenidas a Roma!

Han venido aquí como peregrinos desde muchas partes del mundo, para profesar la fe delante del la tumba de San Pedro. Esta plaza les acoge y abraza: somos un sólo pueblo, con una sola alma, convocados por el Señor, que nos ama y sostiene. Saludo también a todas las familias que están unidas a través de la televisión y de internet: una plaza que se extiende sin confines.
Quisieron llamar a este momento “¡La familia vive la alegría de la fe!”. ¡Me gusta este título! He escuchado las experiencias de ustedes, los casos que han contado. Vi tantos niños, tantos abuelos... Sentí la tristeza de las familias que viven en situación de pobreza y de guerra. He oído a los jóvenes que se quieren casar, aún entre mil dificultades. Y entonces nos preguntamos: ¿Cómo es posible, hoy, vivir la alegría de la fe en familia? ¿Es posible o no es posible vivir esta alegría? 
En el evangelio de Mateo, hay una palabra de Jesús que nos ayuda: 'Venid a mí todos los que están cansados y oprimidos, que yo les aliviaré'. Muchas veces la vida es pesada y tantas veces trágica, lo hemos apenas escuchado. Trabajar es fatigoso; buscar trabajo es fatiga y encontrar trabajo hoy nos pide tanta fatiga.
Pero, aquello que más pesa en la vida, no es esto, lo que más pesa es la falta de amor. Pesa no recibir una sonrisa, no ser acogidos. Pesan ciertos silencios, a veces aún en familia, entre marido y esposa, entre padres e hijos, entre hermanos. Sin amor, el cansancio se hace más pesado. Pienso en los ancianos solos, a las familias en dificultad porque no tienen ayuda para sostener a quienes en casa precisan de especiales atenciones y cuidados. 'Venid a Mí todos los que están cansados y oprimidos', dice Jesús.
Queridas familias, el Señor conoce nuestros cansancios, los conoce y los pesos de nuestra vida. Pero conoce también nuestro deseo profundo de hallar la alegría del alivio. ¿Se acuerdan? Jesús dijo: 'Vuestra alegría sea plena'. Jesús quiere que nuestra alegría sea plena.
Lo dijo a los apóstoles, y hoy lo repite a todos nosotros. Así, esta es la primera cosa que quiero compartir con ustedes en esta tarde, y es una palabra de Jesús: 'Venid a mi, familias de todo el mundo --dice Jesús-- y yo les aliviaré para que vuestra alegría sea completa'.
Y esta palabra de Jesús llévenla a casa, en el corazón, compártanla en familia, él nos invita a ir hacia él para darnos a todos la alegría.
La segunda palabra, la tomo del rito del matrimonio. En este sacramento, quien se casa dice: 'Prometo serte fiel, amarte y respetarte, en la alegría y en el dolor, en la salud y en la enfermedad, y de honrarte y amarte todos los días de nuestra vida'. En aquel momento, los esposos no saben qué sucederá, no saben cuáles son las alegrías y las tristezas que les esperan. Parten, como Abrahan; se ponen juntos en camino. Esto es el matrimonio, partir y caminar juntos, de manos dadas, entregándose en la mano grande del Señor. Mano en la mano por toda la vida y sin hacer caso de esta cultura de lo provisorio que nos corta la vida a pedazos.
Con esta confianza en la fidelidad de Dios, todo se enfrenta, sin miedo, con responsabilidad. Los esposos cristianos no son ingenuos, conocen los problemas y los peligros de la vida. Pero no tienen miedo de asumir la propia responsabilidad, delante de Dios y de la sociedad. Sin huir ni aislarse, sin renunciar a la misión de formar una familia y traer al mundo hijos.
Pero hoy, santo padre, es difícil. ¡Seguro que es difícil! ¡Por eso, es necesaria la gracia del sacramento! ¡Los sacramentos no sirven para decorar la vida; ¡que lindo matrimonio, que linda la ceremonia, que linda la fiesta! Eso no es la gracia del sacramento, eso es una decoración y la gracia no es para decorar la vida pero para hacernos fuertes en la vida, para hacernos corajosos y poder ir adelante! Sin aislarse, siempre juntos.
Los cristianos se casan sacramentalmente, porque son conscientes que necesitan el sacramento. Necesitan a este para vivir unidos entre sí y cumplir la misión de padres. 'En la alegría y en el dolor, en la salud y en la enfermedad'. Así dicen los esposos en el matrimonio y rezan juntos y con la comunidad, ¿por qué? Solamente porque es costumbre hacerlo así? No, lo hacen, porque les sirve para el largo viaje que deben hacer juntos, no a tramos, necesitan de la ayuda de Jesús, para caminar juntos con confianza, para acogerse uno al otro cada día y perdonarse cada día.
Y esto es importante en las familias, saber perdonarse, porque todos nosotros tenemos defectos, todos y a veces hacemos cosas que no son buenas y le hacen mal a los otros. Tener el coraje de pedir perdón en familia cuando nos equivocamos. Hace pocas semanas atrás recordé en esta plaza que para llevar adelante una familia es necesario usar tres palabras, quiero repetirlo, tres palabras: permiso, gracias y perdón. Tres palabras claves.
Pidamos permiso para no ser invasores. En familia: ¿Puedo hacer esto, te gusta que haga esto? El leguaje del permiso. Demos gracias, gracias por el amor, pero dime tú, cuántas veces al día le dices gracias a tu mujer o a tu marido? Cuántos días pasan sin decir esta palabra: gracias.
Y todos nos equivocamos, y a veces alguno se ofende en la familia, o en el matrimonio. A veces, digo, vuelan los platos, se dicen palabras fuertes, pero escuchen este consejo: no terminen la jornada sin hacer la paz, cada día. Disculpa y se recomienza. Permiso, gracias, perdón. ¿Lo decimos juntos?: Permiso, gracias, disculpa, usemos estas tres palabras en familia, perdonarse cada día.
En la vida, la familia experimenta muchos momentos hermosos: el descanso, la comida juntos, el paseo hasta al parque o por los campos, la visita a los abuelos, o a una persona enferma... Pero, si falta el amor, faltará la alegría, faltará la fiesta. Porque el amor nos lo da siempre Jesús: él es la fuente inagotable y se da a nosotros en la Eucaristía. Allí en el sacramento, Jesús nos da su palabra y el pan de la vida, para que nuestra alegría sea completa.
Y para concluir, está aquí delante de nosotros, este ícono de la presentación de Jesús en el templo. Es un ícono verdaderamente bello e importante. Contemplémoslo y dejémonos ayudar por esta imagen. Como todos ustedes, también los protagonistas de la escena tienen su camino: María y José se pusieron en camino, yendo como peregrinos a Jerusalén, obedeciendo a la ley del Señor; y también el viejo Simeon y la profetisa Ana, también ella muy anciana, van al templo impelidos por el Espíritu Santo. La escena nos muestra este entrecruzarse de tres generaciones: el entrelazarse de tres generaciones,
Simeon toma en los brazos al niño Jesús, en quien reconoce al Mesías, y Ana es representada en el gesto de alabar a Dios y anunciar la salvación a quien esperaba la redención de Israel. Estos dos ancianos representan la fe como memoria.
Y les pregunto: ¿Ustedes escuchan a los abuelos?, ¿le abren el corazón a la memoria que nos dan los abuelos? Los abuelos son la sabiduría de la familia, la sabiduría de un pueblo, y un pueblo que no escucha a los abuelos es un pueblo que muere. Hay que scuchar a los abuelos.
María y José son la familia santificada por la presencia de Jesús que es el cumplimiento de todas las promesas. Cada familia, como la de Nazaret está insertada en la historia de un pueblo y no puede existir sin las generaciones anteriores. Y por ello tenemos aquí a los abuelos, los abuelos, y los niños. Los niños aprenden de los abuelos y de las generaciones anteriores.
Queridas familias, también ustedes son parte del pueblo de Dios. Caminen felices, juntamente con este pueblo. Permanezcan siempre unidas a Jesús y llévenlo a todos con vuestro testimonio. Gracias por haber venido. Juntos, hagamos nuestras estas palabras de san Pedro, que nos dan fuerza y continuarán a darnos fuerza en los momentos difíciles: '¿Señor, de quién iremos? ¡Tú tienes palabras de vida eterna!'. ¡Con la gracia de Cristo, vivan la alegría de la fe! ¡El Señor les bendiga y María, nuestra Madre, les proteja y acompañe!
Papa Francisco

viernes, octubre 25

Para mis queridos amigos de Soledad Mariana


¿Se acuerdan que un 17 de agosto les pedí oraciones por una nieta mía que se había accidentado gravemente?
Pues bien, gracias a tantas oraciones pidiendo por su salud, el Señor que es rico en misericordia, se acordó de Teresita y la curó.
Y ahora soy yo la que no pide, sino agradece.

Queridos todos:
¡Muchas gracias por ser tan generosos y rezar por alguien que no conocían! ¡Muchas gracias por ayudarnos en el dolor de la familia y a ella, mi nieta, ayudarla con la oración!
¡Muchas gracias por estar atentos a los demás!
¡Muchas gracias por el ejemplo que me han dado de amistad, solidaridad, lealtad, generosidad y constancia!

No duden queridos amigos que en estos meses yo he cambiado, y son todos ustedes los que me han ayudado a crecer en aceptación,  amor y agradecimiento.

Teresita está próxima a ser dada de alta, camina normalmente, y ha vuelto a sonreír a la vida.

Les envío a cada uno de ustedes, a los que conozco y a los que no, mi agradecimiento,  que se convierte en oración por todos.

Los abraza en el Señor Jesús y a través de nuestra madre María.
¡Gracias otra vez!

Marcela Despontin de Romat
24 octubre 2013

miércoles, octubre 23

Nos atañe directamente...

Catequesis del Papa: 
“María, modelo de la Iglesia


Ciudad del Vaticano (AICA): María como modelo de la Iglesia “en el orden de la fe, de la caridad y de la unión perfecta con Cristo”, según la definición del Concilio Vaticano II, fue el tema de la catequesis del papa Francisco durante la audiencia general de los miércoles que tuvo lugar en la Plaza de San Pedro y a la que asistieron alrededor de noventa mil personas. 
María es modelo de fe, no sólo porque como hebrea esperaba de todo corazón la redención de su pueblo, sino también porque con el “sí” que pronuncia en la Anunciación se adhiere al proyecto de Dios “y desde ese momento su fe recibe una nueva luz: se centra en Jesús. La fe de María es el cumplimiento de la fe de Israel y en este sentido es el modelo de la fe de la Iglesia, que está centrada en Cristo, la encarnación del amor infinito de Dios”. 
La madre de Cristo vive esta fe “en la sencillez de las mil ocupaciones y preocupaciones cotidianas; esa existencia normal fue el terreno donde se desarrolló una relación única y un diálogo profundo entre ella y Dios, entre ella y su hijo. El "sí" de María, ya perfecto desde el principio, creció hasta la hora de la Cruz. Allí, su maternidad se dilató, abrazando a cada uno de nosotros para llevarnos a su Hijo. María vivió siempre inmersa en el misterio de Dios hecho hombre, como su primera y perfecta discípula, meditando cada cosa en su corazón a la luz del Espíritu Santo, para entender y poner en práctica toda la voluntad de Dios”. 
Para explicar el segundo aspecto, María, modelo de caridad, el Papa utilizó el relato evangélico de la visita a Isabel, su prima. “Visitándola –dijo el Santo Padre- María no le dio sólo ayuda material -que es importante- también le llevó a Jesús, que ya vivía en su seno. Llevar a Jesús a aquella casa significaba llevar la alegría, la alegría plena la que procede de Jesús y el Espíritu Santo, y se expresa en la caridad gratuita, en el compartir, ayudarse, comprenderse. María quiere darnos, también a nosotros, ese gran regalo que es Jesús: y con Él su amor, su paz, su alegría. 
Así hace la Iglesia: es como María, no es un negocio, no es una organización humanitaria, no es una ONG, pero tiene el mandato de llevar a todos a Cristo y su Evangelio; no se lleva a sí misma, pequeña, grande, fuerte o débil lleva a Jesús. Y tiene que ser como María cuando fue a visitar a Isabel. ¿Qué le llevaba María? A Jesús. La Iglesia lleva a Jesús: este es el centro de la Iglesia: llevar a Jesús. Si, por hipótesis, alguna vez sucediera que la Iglesia no llevase a Jesús, sería una Iglesia muerta. La Iglesia tiene que llevar la caridad de Jesús, el amor de Jesús”. 
María es también modelo de unión con Cristo. “La vida de la Virgen santa -concluyó el Santo Padre- era la vida de una mujer de su pueblo, rezaba, trabajaba, iba a la sinagoga. Pero llevaba a cabo cada acción en perfecta unión con Jesús”. 
“Esa unión alcanza su culmen en el Calvario: aquí María se une a su Hijo en el martirio del corazón y en la ofrenda de la vida al Padre para la salvación de la humanidad. Nuestra Señora hizo suyo el dolor del Hijo y aceptó con él la voluntad del Padre, en la obediencia que da fruto, que da la verdadera victoria sobre el mal y la muerte”.+ 


¡Gracias Juan Pablo!


Juan Pablo II: 35 años del Pontificado que cambió al mundo
Ciudad del Vaticano (AICA): Hoy, 22 de octubre, se celebra la memoria litúrgica del beato Juan Pablo II. Este año coincide con el 35º aniversario del inicio de su pontificado que comenzó el domingo 22 de octubre de 1978 cuando el joven cardenal Wojtyla de 58 años de edad, hasta entonces arzobispo de Cracovia, proclamó al mundo: “No tengan miedo ¡Abran de par en par las puertas a Cristo!” e inició su pontificado, que duró 27 años y abrió una nueva época para la Iglesia y para el mundo. 
Juan Pablo II se convirtió en el 263º sucesor del apóstol Pedro y en el primer papa polaco que llegaba del Este para guiar la Iglesia. 
El 22 de octubre es la fiesta del beato Juan Pablo II, como anunció Benedicto XVI, en la solemne celebración en la que beatificó al papa Karol Josef Wojtyla, el 1 de mayo de 2011, que coincidía con el Domingo de la Divina Misericordia. Solemnidad establecida en el 2000 por el mismo Juan Pablo II, que luego cerró sus ojos a este mundo en las vísperas de la misma celebración, en 2005. 
La misma solemnidad elegida por el papa Francisco, para canonizarlo junto con Juan XXIII, el 27 de abril de 2014, que será precisamente el Domingo dedicado a la Divina Misericordia. 

Francisco reza a Juan Pablo II 
El papa Francisco, el pasado miércoles en su audiencia general, recordó que este año se cumple el 35º aniversario de la elección de Karol Josef Wojtyla como sucesor del Apóstol Pedro: 
“Encomiendo a todos los que están presentes aquí y a sus seres queridos a la celestial intercesión del beato Juan Pablo II, en el trigésimo quinto aniversario de su elección a la cátedra de Pedro y los bendigo de corazón ¡Alabado sea Jesucristo!” 
Su pontificado fue uno de los más largos de la historia de la Iglesia duró casi 27 años. Amplió notablemente el colegio cardenalicio, creando 231 cardenales -más uno "in pectore", cuyo nombre no se hizo público antes de su muerte- en 9 consistorios. Uno de los cardenales creados por Juan Pablo II fue Jorge Mario Bergoglio –hoy papa Francisco- como anunció en el Ángelus del 21 de enero de 2001, con el nombre de otros 32 purpurados. 
Cuatro años después, el cardenal Jorge Mario Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires y primado de la Iglesia Argentina, celebraba la Misa en memoria de Juan Pablo II, destacaba la coherencia obediencial y trascendental de su corazón a la voluntad de Dios. 
“Recordamos a un hombre coherente, que una vez nos dijo que este siglo no necesita de maestros, necesita de testigos, y el coherente es un testigo. Un hombre que pone su carne en el asador y avala con su carne y con su vida entera, con su transparencia, aquello que predica”, decía el cardenal Bergoglio, de Juan Pablo II. 
Y añadía: “Este coherente que por pura coherencia se embarró las manos, nos salvó de una masacre fraticida; este coherente que gozaba tomando a los chicos en brazos porque creía en la ternura. Este coherente que más de una vez hizo traer a los hombres de la calle, para hablarles y darles una nueva condición de vida. Este coherente que cuando se sintió bien de salud pidió permiso para ir a la cárcel a hablar con el hombre que había intentado matarlo”. 
Es un testigo, dijo el entonces arzobispo de Buenos Aires y terminó su homilía repitiendo las palabras: «Lo que necesita este siglo no son maestros, son testigos”. 

Las cifras del Papa incansable 
Juan Pablo II ejerció su ministerio petrino con incansable espíritu misionero, movido por la caridad abierta a toda la humanidad. Realizó 104 viajes apostólicos fuera de Italia, y 146 por el interior de este país. 
Su amor a los jóvenes le impulsó a iniciar en 1985 las Jornadas Mundiales de la Juventud. En las 19 ediciones de la JMJ celebradas a lo largo de su pontificado se reunieron millones de jóvenes de todo el mundo. Además, su atención hacia la familia se puso de manifiesto con los encuentros mundiales de las familias, inaugurados por él en 1994. 
Juan Pablo II promovió el diálogo con los judíos y con los representantes de las demás religiones, convocándolos en varias ocasiones a encuentros de oración por la paz, especialmente en Asís. 
Bajo su guía, la Iglesia cruzó el umbral del tercer milenio y celebró el Gran Jubileo del año 2000, según las líneas indicadas por él en la carta apostólica Tertio millennio adveniente; y se asomó después a la nueva época, recibiendo sus indicaciones en la carta apostólica Novo millennio ineunte, en la que mostraba a los fieles el camino del tiempo futuro. 
Con el Año de la Redención, el Año Mariano y el Año de la Eucaristía, promovió la renovación espiritual de la Iglesia Realizó numerosas canonizaciones y beatificaciones para mostrar innumerables ejemplos de santidad de hoy, que sirvieran de estímulo a los hombres de nuestro tiempo: celebró 147 ceremonias de beatificación -en las que proclamó 1338 beatos- y 51 canonizaciones, con un total de 482 santos. Proclamó a santa Teresa del Niño Jesús Doctora de la Iglesia. 
Juan Pablo II falleció el 2 de abril de 2005, a las 21.37, mientras concluía el sábado, y ya habíamos entrado en la octava de Pascua y domingo de la Misericordia Divina. 
Desde aquella noche hasta el 8 de abril, día en que se celebraron las exequias del difunto pontífice, más de tres millones de peregrinos rindieron homenaje a Juan Pablo II, haciendo incluso 24 horas de cola para poder acceder a la basílica de San Pedro. 

El 28 de abril, Benedicto XVI dispensó del tiempo de cinco años de espera tras la muerte para iniciar la causa de beatificación y canonización de Juan Pablo II. La causa la abrió oficialmente el cardenal Camillo Ruini, vicario general para la diócesis de Roma, el 28 de junio de 2005.


lunes, octubre 21

Martín Serantes comparte lo que explicó en la Jornada del sábado

Signos de los tiempos
(apuntes de la carta de Bernardo del libro
Siguiendo a Jesús en María” pp. 396 a 403).

De la carta “Oración Discreta”:
-         mis opciones
-         nuestras opciones
-         signos de los tiempos

Una vez Jesús dijo: “No sabéis discernir los signos de los tiempos” (Mateo 16,3). Jesús aludía con estas palabras a los prodigios que realizaba y que debían indicar la llegada de la hora mesiánica.

Qué son y qué los caracteriza: los signos de los tiempos son aquellos hechos, acontecimientos, actitudes o relaciones que caracterizan una época determinada. Dichos signos revelan anhelos, aspiraciones, necesidades y preocupaciones de los hombres. Son, en definitiva, fenómenos de la historia y vicisitudes de nuestras vidas humanas (Gaudium et Spes; Pablo VI).

Sus principales características:
- permiten concebir esperanzas de tiempos mejores.
-      implican un cierto consenso colectivo.
- se presentan como realidades profundas e irreversibles.

Luego viene un apartado sobre los signos de los tiempos que hacen los Pastores de la Iglesia en el mundo de hoy.

Algunos peligros que hay que superar para ser discretos en esta oración:
-         cerrarnos a ciertos interlocutores por ser diferentes a nosotros.
-     ser poco cautos ante los oportunistas de siempre que solo procuran sacar ganancia del trabajo ajeno, enturbiar las aguas, desunir los corazones.
-  convertir el diálogo en polémica, buscar la victoria más que la unanimidad, preferir tener razón en vez de ponderar razones.
-  dejarnos envolver con la fascinación de las ideologías, con sus aparentes soluciones para todos los problemas y respuestas para todas las preguntas.

Pero para hacer opciones discretas en relación con los signos de los tiempos, además de auscultarlos y determinarlos, hemos de interpretarlos y discernirlos.
Es el segundo momento de esta oración discreta.

Los signos de Dios: discernir los signos de los tiempos consiste en buscar y hallar en ellos los signos de Dios. Es descubrir:
-         los signos verdaderos de la presencia o planes de Dios.
-         la orientación del plan divino operante en el amor de Cristo.
-     un signo del Espíritu que conduce la historia de los hombres y de los pueblos hacia su vocación.
-     las interpelaciones de Dios y el plan divino sobre la vocación del hombre.

Estos signos de Dios se dan en los signos de los tiempos.
Hay una unidad profunda entre el proyecto salvífico de Dios y las hondas aspiraciones humanas.

Movimiento Soledad Mariana

"Soledad Mariana" es un Movimiento de espiritualidad mariana y contemplativa, fundado en la Argentina en 1973, por el monje trapense Bernardo Olivera, actual Abad del Monasterio Nuestra Señora de los Ángeles de Azul, provincia de Buenos Aires.