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domingo, mayo 1

 

EN MEMORIA DE NUESTRO AMADO BEATO JUAN PABLO II



Hoy 1º de mayo, la Iglesia entera recuerda en forma especial  a queridísimo Papa Juan Pablo II, quien por gracia de Dios, y en orden a sus méritos, es ya Beato.

Nos unimos, emocionados, a  sus 26  años de  fecundo pontificado.

Hombre de fe, de esperanza, y de caridad, entregado en su labor apostólica, hasta dar su sangre en el atentado que sufrió en Roma.

Cruzó las fronteras del Vaticano, convirtiéndose en un “Papa peregrino del mundo”.

Nos dejó un legado de 14 encíclicas para reafirmar los valores cristianos y humanos de las personas,  disipar dudas y enfervorizar a los cristianos.

Amó especialísimamente a los jóvenes, esperanza de un mundo a construir. Promovió el ecumenismo, bregó por la paz en el mundo, el respeto por los hombres, el cuidado de los niños y los ancianos, la ética, el buen uso de la ciencia.

Tuvo la Gracia de Dios de partir para la casa del Padre en el día de la Divina Misericordia, a la cual él era tan devoto.

Rezaremos  por nuestro querido Beato Juan Pablo II, para que interceda por las necesidades del mundo, ese mundo que él tanto amó y sirvió.

¡No tengan miedo!, por Jesús Silveyra

            En una oportunidad, cuando los discípulos estaban en la barca en medio del lago de Genesaret, se levantó una gran tempestad. Jesucristo dormía en la popa. Lo despertaron increpándolo, porque parecía que no le importaba que todos murieran ahogados. Él se levantó, calmó la tempestad y les preguntó: “¿Por qué tienen miedo? ¿Por qué no tienen fe?” En ese mismo lago, tiempo después, se les apareció una noche caminando sobre las aguas. Ellos creyeron que se trataba de un fantasma y comenzaron a gritar asustados. Entonces, él les dijo a la distancia: “Tranquilícense. No tengan miedo. Soy yo”. Y le mandó a Pedro ir hacia él. Cuando Pedro confió, caminó sobre las aguas. En cuanto dudó y tuvo miedo, comenzó a hundirse.


            El domingo 1 de mayo, además de celebrarse la fiesta de san José Obrero y de la “Divina Misericordia” (por ser el primer domingo después de la Pascua), será beatificado en el Vaticano el querido Juan Pablo II, “el Grande”, como muchos lo han dado en llamar. Es de esperar que no transcurran muchos años para que sea finalmente santificado, cumpliendo así con el sensus fidei de la multitud que durante sus funerales gritó en la plaza de San Pedro: “¡Santo ya!”

            Cuando el 22 de octubre de 1978, Juan Pablo II asumió formalmente como nuevo Pontífice, sus primeras palabras durante la homilía de la misa de asunción fueron:  “¡No tengan miedo de recibir a Cristo!”. “¡No tengan miedo! ¡Ábranle las puertas a Cristo! Cristo sabe lo que hay dentro del hombre. Sólo él lo sabe”.

            No soy quién para opinar sobre los motivos que tuvo para elegir aquellas palabras, pero me animo a tratar de intuir algún paralelismo entre las palabras del Señor (a las que se podrían sumar las del ángel a María en la Anunciación) y las del difunto Santo Padre. Es que pareciera haber una mutua relación entre el temor y la fe, entre el abrazar el cristianismo en toda su dimensión o el actuar con miedo hacia el Misterio, entre el seguir los pasos de Cristo y el riesgo físico que ello puede llegar a implicar (como en el caso de los mártires).

            El incomparable Karol Wojtyla, llegó a Roma desde una tierra de sufrimiento y miedo. Baste pensar en una Polonia casi siempre invadida por sus vecinos (Suecia, Rusia, Prusia, etc…) y que luego de la invasión nazi, durante la Segunda Guerra Mundial, que llevó a la persecución y el exterminio de miles de polacos (judíos y cristianos) en los campos de exterminio, fue ocupada por los comunistas y quedó dentro de la “cortina de hierro” soviética, en la que no faltó la persecución al clero y a los creyentes. Además, él mismo provenía de una historia personal de dolor y quizá, de temor. Había perdido a una hermana antes de nacer, a su madre a los nueve años, a su hermano mayor a los doce y a su padre, cuando tenía veinte, quedando huérfano y sin familia en Cracovia (porque el resto de sus familiares vivían en otras localidades).

            Sin embargo, ese sufrimiento y temor, tanto personal como social, no lo había amilanado, sino, todo lo contrario, robustecido en la fe hasta convertirlo en un testigo de Cristo que estaba dispuesto a dar su vida por Él y el Evangelio. Así, durante muchos momentos de su vida religiosa en Polonia, tanto como sacerdote, obispo o cardenal, pese a sentirse vigilado por las autoridades comunistas, no dudó nunca en seguir propagando el Evangelio y en defender los derechos humanos, en especial, el de gozar de libertad religiosa para profesar el culto.

            Luego, siendo Papa, tampoco el sufrimiento ni el temor pudieron detenerlo, aunque fue víctima de varios atentados contra su vida (se calcula que fueron quince), uno de ellos casi mortal (el del 13 de mayo de 1981 en la plaza de San Pedro). Un ejemplo, sirva para graficar la valentía que se despertaba en el Papa ante las dificultades. Todos los analistas señalan el viaje de marzo de 1983 a Nicaragua, como el más peligroso, ya que los sandinistas en el poder no deseaban su visita y los servicios de inteligencia estaban sobre aviso de un posible atentado. Le pidieron entonces a Juan Pablo II que él y su comitiva utilizaran chaleco antibalas. Él les respondió: “Si alguien del séquito quiere llevar chaleco antibalas es preferible que no me acompañe a esta visita. Estamos en manos de Dios y Él nos protegerá”. Conclusión, viajó sin chaleco y no sólo eso, sino que enfrentó durante una de las misas el acoso de los sandinistas.

            Juan Pablo II no tenía miedo, porque se entregaba a la voluntad de Dios y creía que todo dependía de Él, como afirmaba frecuentemente al repetir un dicho alemán: “Nada sucede por casualidad, todo procede de lo alto”. Con esa fortaleza y entrega radical a Cristo, con su palabra perseverante fue uno de los artífices de la caída del comunismo, tal como afirmara Michael Gorbachov al decir: “Yo no he sido el que ha acabado con el comunismo, sino Juan Pablo II”.

            Sí, entre las muchas virtudes heroicas del difunto Santo Padre, seguramente la valentía ocupe un lugar destacado. Valentía para obrar y para decir, descartando siempre la vía de la violencia y proponiendo el camino del diálogo. Como decía de él, el general Jaruzelski (dictador de Polonia en la época comunista): “Wojtyla era una rompehielos, es decir, un hombre capaz de romper los prejuicios de ambas partes”.

            Vaya pues, en este pequeño homenaje hacia una personalidad que no bastan las miles de páginas escritas sobre él para describirla, un recuerdo sobre aquellas primeras palabras de su Pontificado que nos siguen invitando, en medio de un mundo de dolor y sufrimiento, donde abundan también las situaciones de persecución a la Iglesia y a los cristianos, a que no tengamos miedo de anunciar a Cristo ni de abrirle las puertas de nuestro corazón para que venga y habite dentro.

Movimiento Soledad Mariana

"Soledad Mariana" es un Movimiento de espiritualidad mariana y contemplativa, fundado en la Argentina en 1973, por el monje trapense Bernardo Olivera, actual Abad del Monasterio Nuestra Señora de los Ángeles de Azul, provincia de Buenos Aires.