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domingo, septiembre 5

Salmos 50(49) y 51(50), por Pancho Cornejo

Leandro Verdini nos da, desde hace casi tres años, unas clases magistrales sobre la Biblia a un pequeño grupo de seguidores de la Región Centro. El acento está puesto sobre el Antiguo Testamento, ya que nuestra cercanía (o ¿lejanía?) con el mismo, nos daba una sensación de hambre de saber y conocer, que Leandro, sabiamente, se propuso calmar. Lo hace con mucho conocimiento y con su entusiasmo nos hace sentir, en nuestro diario presente, las enseñanzas de los profetas. No es un saber de datos, es un saber teologal, pleno de vida, orientado a Dios.

El martes 24 de agosto pasado, el tema eran los Salmos 50 y 51. Al Salmo 50 lo había leído otras veces y no me decía mucho. Al Salmo 51 lo conocemos más; es el que dice:
"Crea en mí, ¡oh Dios!, un corazón puro…" y
"Señor, abre mis labios y anunciará mi boca tu alabanza…" 

Leandro comenzó su charla desmenuzando el Salmo 50, abriendo el panorama de un juicio que Dios inicia a su pueblo, acusándolo de un corazón malvado. Enumera sus pecados, que son una profunda reflexión apta para un examen de conciencia previa a nuestro sacramento de la confesión, el que usualmente se hace repasando los diez mandamientos:
"¿Cómo te atreves a pregonar mis mandamientos y a mencionar mi alianza con tu boca,
tú, que aborreces toda enseñanza y te despreocupas de mis palabras?
Si ves a un ladrón, tratas de emularlo; haces causa común con los adúlteros;
hablas mal sin ningún reparo y tramas engaños con tu lengua;
te sientas a conversar contra tu hermano, deshonras al hijo de tu propia madre..
Haces esto, ¿y yo me voy a callar? ¿Piensas acaso que soy como tú?"

Comenzamos a entender que nuestro sacramento de la reconciliación tiene su raíz en el AT. Con el Salmo 51 se acentúa esta convicción al expresar el pecador su orfandad y su necesidad de perdón, buscando su redención en la misericordia de Dios, su única salvación:
"Crea en mí, Dios mío, un corazón puro, y renueva la firmeza de mi espíritu.
No me arrojes lejos de tu presencia ni retires de mí tu santo espíritu."

Al juicio iniciado por Dios en el Salmo 50 le sigue el dolor de los pecados y la conversión del Salmo 51. A la reconciliación con Dios le seguirá luego el camino a la misión.

Para nosotros cristianos no hay dudas de que nuestra alianza con Dios es el evangelio. Y es allí donde debemos centrar nuestro examen de conciencia, en el sacramento de la reconciliación. El Nuevo Testamento es "el que nos pone ante los ojos, lo que deberíamos ser y no somos, y ni siquiera vemos que no somos".

Con Leandro pudimos ver a la luz de estos dos salmos que en el sacramento de la reconciliación estamos solos frente al mismo Dios, con quién estamos en contacto personal y directo: Él es quien nos recrimina y nos mueve al examen de conciencia, Él es quien ve nuestro dolor de los pecados y Él es quien nos perdona, regalándonos la reconciliación. No hay nadie entre Dios y nosotros, el sacerdote no es nuestro juez, es el ministro que actúa.
Repetidas veces escuché aseverar en la práctica del acompañamiento espiritual, cuando surge a la luz la dificultad que tienen tantos para confesarse, incluso buenísimos cristianos, que les cuesta mucho dirigirse a un sacerdote para confesar sus pecados. Les cuesta aceptar confiadamente que están ante el mismo Dios y no ante un hombre que los juzga. Creo que orando los salmos 50 y 51 podemos ayudar en estos casos.  


¡Gracias Leandro!

Movimiento Soledad Mariana

"Soledad Mariana" es un Movimiento de espiritualidad mariana y contemplativa, fundado en la Argentina en 1973, por el monje trapense Bernardo Olivera, actual Abad del Monasterio Nuestra Señora de los Ángeles de Azul, provincia de Buenos Aires.