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domingo, enero 4

"Consuelen a Mi Pueblo"

“Consuelen, consuelen a mi pueblo, dice el Señor…” (Isaías 40,1)

Esto también nos lo pide hoy el Señor.
Uno sabe que el único consuelo puede venir de su Palabra Viva, ya que solo en Él encontramos palabras de vida eterna (cf. Jn. 6,68).
La Iglesia nos invita siempre a buscar los signos de Dios, sus pasos salvíficos en nuestra historia. ¿Cómo no hacerlo cuando los tiempos son difíciles, cuándo nuestras almas tienen tanta sed de Su Presencia?
El Señor me regaló viajar mucho por Argentina, Chile y Perú, muchos años, compartiendo con diferentes hermanos y comunidades la vida de la fe. Todo eso lo llevo en mi memoria, como algo vivo, fresco.
Siempre me impresionó que los últimos Papas (incluyendo Benedicto XVI en su viaje a Brasil) llamaran a América Latina el Continente de la Esperanza. Estas no son solo palabras bonitas o de consuelos humanos, son palabras que nos hacen pensar y abrir los ojos.
¿Por qué los últimos Papas dicen esto de América Latina?
En Brasil el Papa Benedicto dijo que estos pueblos viven su fe en Dios Amor, y que esto se expresa especialmente en las distintas manifestaciones de su Religiosidad.
Esta fe viva, esta Religiosidad Católica, es algo propio de nuestra cultura. Sin negar por eso muchos pecados como ser las grandes diferencias sociales y económicas.
Mirando el caminar de nuestro pueblo, compartiendo tantos años de amistad, lo que veo del actuar del Señor, me gusta decirlo así: veo tres valores, tres dimensiones de la fe, que brillan con especial fuerza en la vida de nuestros pueblos, y ellos son:
- Contemplación
- Solidaridad
- Alabanza
Sí, estos valores están en el corazón de nuestros pueblos.

Hoy día la globalización de una sociedad individualista y materialista, nos desafía.
Si queremos hacer frente a este desafío, debemos ir a nuestros corazones, a nuestras raíces, y de allí tomar fuerzas, para enfrentar como cristianos el presente y el mañana.
La piedad católica, y mariana por lo tanto, es parte esencial de nuestra cultura, nos lo enseñaban nuestros Obispos en Puebla. Es allí donde debemos beber, hacernos fuertes. ¡Volver a nuestras raíces!

Allí encontramos estos valores.
La contemplación: En el silencio de nuestra gente, en esa sabiduría que viene de Dios. Sabiduría por la cual Jesús alababa al Padre, ya que se las había revelado a los pequeños, y escondido a los sabios y prudentes de este mundo (cf. Mt. 11,25-27).
La solidaridad: Tan propia de nuestros pueblos. El ayudarse unos a otros en la vida de todos los días, en las cosas materiales y espirituales, como ser el trabajar juntos en la construcción de una casa de algún vecino o pariente, o el visitar a un enfermo en su casa, etc.
La alabanza: Nuestros pueblos saben festejar. Les gustan las celebraciones de la vida y la fiesta. Siempre hay alguna razón para hacer fiesta. Y aquí se da su disponibilidad a la alabanza. Hoy día esta dimensión de la alabanza aparece con más fuerza en la Liturgia y en diferentes formas de oración, y esto el pueblo lo vive con todo su corazón.

Es por eso que comparto estas líneas, como un testigo de las cosas que veo hacer al Señor en el presente de nuestras vidas, dándonos así caminos, signos, de dignificación, de verdadera esperanza, de salvación.

Nuestros pueblos son marianos. La Virgen Madre es algo propio de su ser. Desconocer esto es desconocer algo muy hondo y esencial.
Ella enseña con su caminar, cómo vivir estos valores cristianos. Ella nos lleva al corazón, para desde allí hacer frente a todo individualismo, egoísmo y confusiones propios de estos tiempos.
La Virgen nos enseña en la Anunciación acerca de la fe y el diálogo. Al sí generoso a los planes de Dios. Ella dijo sí al Ángel y toda su vida fue una aceptación incondicional de la Voluntad Divina.
En la Visitación nos enseña el compartir, la generosidad, la solidaridad. Ella parte “de prisa” a ayudar a su prima Isabel. Todo lo recibido por medio del Ángel Ella lo va a entregar en el servicio y el amor fraterno.
Ella en el canto del Magníficat nos va a enseñar acerca de la alabanza. Estando en casa de su prima Isabel, Ella alabó al Señor con todo su ser. Levantó sus palmas hacia el cielo y su alma engrandeció al Señor.

Esta es la vida de la fe de nuestro pueblo. Como nos reiteraba tantas veces Juan Pablo II, estamos invitados a seguir la peregrinación de la fe de María, la Peregrina de la fe, que antecede al Pueblo de Dios, en su peregrinación hacia la Casa del Padre.


Pbro. Martín Serantes
Diócesis de Morón, Navidad de 2008

Movimiento Soledad Mariana

"Soledad Mariana" es un Movimiento de espiritualidad mariana y contemplativa, fundado en la Argentina en 1973, por el monje trapense Bernardo Olivera, actual Abad del Monasterio Nuestra Señora de los Ángeles de Azul, provincia de Buenos Aires.