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sábado, abril 14

Domingo de la Divina Misericordia

Durante la canonización de Santa Faustina el 30 de abril del 2000, el Papa Juan Pablo II(*) le dio el título de Domingo de la Divina Misericordia al segundo domingo del tiempo de Pascua, el cual fue luego declarado oficialmente por el Vaticano.

(*) Fue el Día de la Divina Misericordia (2-4-2005) que el Padre llevó a su Encuentro definitivo con el Beato Juan Pablo II.


Santa Faustina Kowalska - canonización


"Gaude, Mater Poloniae...".
Alégrate, Madre de Polonia;
alegraos religiosas de la Bienaventurada Virgen María de la Misericordia,
porque ha sido elevada a la gloria de los santos nuestra sor Faustina.

El II domingo de Pascua 30 de abril del año 2000, el Santo Padre Juan Pablo II canonizó en la plaza San Pedro a la religiosa Faustina Kowalska, considerada co-fundadora espiritual de la Congregación de las Hermanas de la Beata Virgen María de la Misericordia, quien "escondida en su convento de Lagiewniki, en Cracovia, hizo de su existencia un canto a la misericordia: "Misericordias Domini in aeternum cantabo" ."No es un mensaje nuevo –decía el Santo padre en su Homilía-, pero se puede considerar un don de iluminación especial, que nos ayuda a revivir más intensamente el evangelio de la Pascua, para ofrecerlo como un rayo de luz a los hombres y mujeres de nuestro tiempo" …. mensaje consolador se dirige sobre todo a quienes, afligidos por una prueba particularmente dura o abrumados por el peso de los pecados cometidos, han perdido la confianza en la vida y han sentido la tentación de caer en la desesperación. A ellos se presenta el rostro dulce de Cristo y hasta ellos llegan los haces de luz que parten de su corazón e iluminan, calientan, señalan el camino e infunden esperanza. ¡A cuántas almas ha consolado ya la invocación "Jesús, en ti confío", que la Providencia sugirió a través de sor Faustina! Este sencillo acto de abandono a Jesús disipa las nubes más densas e introduce un rayo de luz en la vida de cada uno"
Agregaba el "Santo Padre Juan Pablo II "La divina Providencia unió completamente la vida de esta humilde hija de Polonia a la historia del siglo XX, el siglo que acaba de terminar. En efecto, entre la primera y la segunda guerra mundial, Cristo le confió su mensaje de misericordia. Quienes recuerdan, quienes fueron testigos y participaron en los hechos de aquellos años y en los horribles sufrimientos que produjeron a millones de hombres, saben bien cuán necesario era el mensaje de la misericordia" ….La canonización de sor Faustina tiene una elocuencia particular: con este acto quiero transmitir hoy este mensaje al nuevo milenio. Lo transmito a todos los hombres para que aprendan a conocer cada vez mejor el verdadero rostro de Dios y el verdadero rostro de los hermanos"


"Y tú, Faustina, don de Dios a nuestro tiempo,
don de la tierra de Polonia a toda la Iglesia,
concédenos percibir la profundidad de la misericordia divina,
ayúdanos a experimentarla en nuestra vida
y a testimoniarla a nuestros hermanos."

Queridos amigos en el Señor:

Quiero contar algo de mi presente.
Antes comienzo por algo de hace unos diez años. Fue cuando comencé a celebrar las Misas de alabanza y sanación. Yo buscaba como ayudar a la gente, especialmente a los humildes.
Buscaba donde ellos buscaban, hasta que llegué como a una fuente. A las Misas de alabanza y sanación. Fue en septiembre de 2002, en el Santuario del Sagrado Corazón de Jesús, en San Justo.
Cuando comencé a celebrar estas Misas sentí que había encontrado, junto con la gente, aquello que buscaban, y también yo buscaba.
Era algo espiritual, una síntesis de vida: contemplación, solidaridad y alabanza.
Tantas veces Bernardo nos habló de la síntesis de espiritualidad de nuestro pueblo, tantas veces…
Ahí estaba, y yo con ellos.
Sentí que todo lo recibido en Soledad Mariana (SM) durante tantos tantos años… brotaba de mí, dándolo a los demás, a los muchos que estaban presentes todos los viernes a la mañana.
Así comenzaron estas Misas que llamamos de alabanza y sanación.
Ya han pasado nueve años.
Algo más: estas Misas son hondamente contemplativas porque son nuestras. Igual que son hondamente marianas.
Este año quiero tomarme unos días de retiro. Los necesito. El trabajo ha sido intenso. Quiero ponerme a tono con el ritmo. Quiero cuidar la contemplación que nos mueve. También aprovechar estos desiertos con el Señor para escribir en letra clara (es decir en la computadora) los diarios espirituales que escribí para mí en la década del 80. Siempre sentí que el camino de sanación que el Señor me regalaba podía ayudar también a otros. Este camino que llamo "Camino de salud" es lo que aparece en estos cuadernos que estoy pasando a mi PC. Y esto lo hago en estos retiros, lugar de silencio, oración y paseo también: cosas que alimentan el alma.
Este es mi camino, este mi presente. Se los comparto, como quien habla de sus hijos, de su trabajo, de sus sueños.

un abrazo grande y ¡feliz Pascua de Resurrección!  Martín

viernes, abril 13

martes, abril 10

¡FELIZ PASCUA!

Queridos todos en Soledad Mariana:

Deseo que juntos en esta Semana Santa tengamos los mismos sentimientos que Cristo Jesús.
Deseo que nos miremos como Jesús nos mira y que nos amemos como Jesús nos ama con eterna Misericordia.
Pidamos a Cristo Resucitado crecer en su Amor.
Felices Pascuas y que Dios los Bendiga, con cariño
Patricia Canullo
Coordinadora General

domingo, abril 8




¡¡¡F E L I Z   P A S C U A 
de  R E S U R R E C C I O N!!!

Domingo de Pascua

`EL FINAL SE LLAMA RESURRECCIÓN'


Cristo no acabó en la pasión ni en la muerte del viernes santo. ¡Resucitó! Esta es la gran novedad, que en esta noche cargada de anuncios, de gozo y de esperanza, rompe el silencio y rasga las tinieblas, para anunciarnos la Buena Noticia. Hace falta haber esperado tensamente, es preciso haber muerto y haber sentido la densidad de las tinieblas y del pecado, para poder percibir la novedad inmensa de una nueva esperanza, el gozo de una vida que nace o la alegría de una luz radiante que brota de la oscuridad. Quien no ha mirado de frente a la cruz del viernes santo, no puede ver tampoco la novedad de la resurrección.
Esta noche que para muchos es una más, para nosotros es la noche santa por excelencia, el quicio que divide a la historia en un antes y un después, el comienzo de un nuevo caminar hacia la luz y hacia la
vida. Ningún cristiano puede sentirse ausente de la alegría de esta noche. Debe ser para nosotros como la primera de nuestro nacimiento a la vida, pues no en vano renovamos nuestro bautismo. Necesitamos morir cada año, porque cada año tenemos necesidad de resucitar a la maravillosa novedad que hay en nosotros.


sábado, abril 7

Sabado Santo


SILENCIO CARGADO DE ESPERANZA

Hay acontecimientos en la vida que sólo pueden vivirse en el silencio. Ante ellos toda palabra puede resultar impúdica, porque arriesga con mancillar su solemne grandeza, su infinito misterio. Ningún acontecimiento como la muerte de Cristo en la cruz merece ese admirable, respetuoso y sobrecogedor silencio, cargado de sorpresa, hecho de deuda de amor, de vergüenza de pecado, de bochorno de cruz. El sábado santo es el día del gran silencio de la Iglesia, del gran temblor del corazón del mundo. No porque se desee que Dios calle, sino porque se quiere escuchar su grito con más fuerza. Cristo muerto y resucitado, fecunda las mismas entrañas de la tierra, y «desciende a los infiernos», para hacer surgir de su profundidad la voz y el corazón nuevo que cante la esperanza. Nadie ni nada habrá ya que no pueda amar, reclinándose, tembloroso y gozoso, sobre el silencio de un sepulcro que quedará vacío.

viernes, abril 6

La Cruz es un hecho, de Janina Caminos

Como dice monseñor Zaspe, la cruz es un hecho. Todos tenemos nuestra cruz de mayor  o menor longitud y peso pero todos, sin excepción,  deben cargar con la suya. Es un obstáculo que no podemos esquivar y hay que enfrentarlo con resignación, coraje, valentía y tenacidad y mismo con alegría porque sabemos que tras ella viene la resurrección y no debemos pensar en la muerte sino siempre apostar a la vida y la resurrección es vida.
  Yo tuve un principio de una enfermedad que me hizo pensar en un final próximo pero la pude enfrentar con todas mis fuerzas y así lograr frenarla y seguir adelante y no dejar que ella me frene a mi.  Tuve también lo peor que se puede tener en la vida para una madre que es la muerte de una hija. ¡Qué desesperación! Pero ella no está muerta y no lo estará nunca para mí. La encuentro en la Eucaristía, ella me escucha y yo le pido cosas que se van cumpliendo porque ella está al lado de Jesús y nos encontraremos allí junto a El después de mi pascua y resurrección  el día que Dios lo quiera.
  He dejado de quejarme por mi cruz porque hay tanto que agradecer; por mis ojos que ven, cuando otros están en la oscuridad; por mis oídos que escuchan y aprecian los sonidos de la naturaleza, cuando otros viven en silencio, por mi voz que canta cuando hay tantas enmudecidas; por mis manos que trabajan y hasta pueden interpretar obras de arte musicales, cuando hay tantas que no hacen nada y hasta mendigan!
  Porque tengo un hogar donde me cobijo y donde puedo reunir a mis hijos cuando hay tantos que duermen en la calle.
  Por eso es que sonrío, amo y sueño y finalmente tengo poco para pedir a Dios y tanto para agradecer ¡!

Janina Caminos
(Región Centro)

 Janina


Viernes Santo

 Meditación sobre la Pasión según S. Juan 18, 1-19, 42


Leemos hoy la Pasión.
-"¿A quién buscáis?" "A Jesús el Nazareno"--"Soy Yo" Así que Jesús les dijo: "Yo soy", retrocedieron y cayeron en tierra El evangelista subraya este detalle simbólico.
A lo largo del evangelio, te ha sido hecha está pregunta ¿Quién es Jesús? La respuesta surge luminosa ahora: ¡Jesús es Dios! La Pasión, según san Juan está marcada de una majestad divina resplandeciente. Es Jesús quien conduce los acontecimientos de su propia pasión. Aquí, cuando dice "Soy Yo" sus adversarios "caen en tierra".
-Jesús dijo a Pedro: "Mete la espada en la vaina. El cáliz que me dio mi Padre, ¿no he de beberlo? Libertad soberana y lucidez. Señor, ayúdanos a tomar por la cintura nuestras cruces, como Tú.
-Yo públicamente he hablado al mundo... ¿Qué me preguntas a mí? Lo que Yo he enseñado, pregúntalo a los que me han oído. No, no es un condenado corriente. No baja la cabeza ante sus jueces: es él quien les juzga.
-"Si hablé mal, muéstrame en qué, y si bien, ¿por qué me pegas? Es El quien pregunta a sus interrogadores.
-¿Por tu cuenta dices esto o te lo han dicho otros de mí? ¡Que seguridad! Es bueno pensar, Señor, que Tú no eras un hombre abatido sino "un hombre que está en pie." Danos esta valentía, esta solidez personal ante la prueba.
-Mi reino no es de este mundo; si de este mundo fuera mi reino, claro está que mis gentes me habrían defendido para que no cayese en manos de los judíos, mas mi reino no es de acá. Yo no soy "de acá", sino "de otra parte", de "lo alto"... Misterio de su persona. Adoro, Señor, tu realeza escondida invisible.
-"No tendrías ningún poder sobre mí si no te hubiera sido dado de lo alto." Siempre la misma autoridad soberana.
¡La gloria de la resurrección está "ya" presente en ese condenado! Incluso en lo más hondo de la humillación, la exaltación divina está presente, subyacente. Y las ceremonias del "viernes santo" no son ritos fúnebres: es ya la celebración de la "Gloria de la Cruz".
-Mujer, ahí tienes a tu Hijo... Ahí tienes a tu Madre... Y por lo tanto "la humanidad" exquisita de Jesús está también siempre presente.
-"Todo está cumplido." No es un "final. Es un "cumplimiento": una obra terminada, llevada a la perfección. Señor, ayúdanos a "cumplir" nuestra vida hasta el final.
-Uno de los soldados le atravesó con su lanza el costado: y al instante salió sangre y agua... Es el símbolo de los "sacramentos", de la "vida nueva" que surge. No es un "final" es un inmenso comienzo, una cascada de vida: millares de salvados, múltiples eucaristías, múltiples bautizos...
NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 174 s.

jueves, abril 5

Jueves Santo - J. Rathzinger

Meditación de Joseph Rathzinger


En el calendario de los nómadas, de los cuales heredó Israel la fiesta pascual, la Pascua era el primer día del año, el día en que Israel había de ser nuevamente defendido contra la amenaza de la nada. La casa y la familia son como el valle en que la vida se halla protegida, el lugar de la seguridad y de la paz; la paz del habitar juntos, que permite vivir y guarda la creación. También en tiempos de Jesús se celebraba la Pascua en las casas, en las familias, luego de la inmolación de los corderos en el templo. Estaba prohibido abandonar la ciudad de Jerusalén en la noche de Pascua. Toda la ciudad se consideraba lugar de salvación contra la noche del caos, y sus muros eran como diques que defendieran la creación.
Todos los años, por Pascua, Israel debía acudir en peregrinación a la ciudad santa, para volver a sus orígenes, para ser creado de nuevo, para recibir otra vez su salvación, su liberación y fundamento. Hay aquí una profunda sabiduría. A lo largo de un año, un pueblo se halla siempre en peligro de disgregarse, no sólo exteriormente, sino también desde dentro, y de perder así las bases interiores que lo sustentan y rigen. Tiene necesidad de volver a sus antiguos fundamentos. La Pascua representaba este retorno anual de Israel, desde los peligros de aquel caos que amenaza a todo pueblo a aquello que antaño lo había fundado y que continuaba edificándolo en todo momento, a su ininterrumpida defensa y a la nueva creación de sus orígenes. Y puesto que Israel sabía que sobre él brillaba la estrella de la elección, era también consciente de que su buena o malaventura traería consecuencias para el mundo entero, que en su existencia o en su fracaso se jugaba el destino de la tierra y de la creación.
También Jesús celebró la Pascua conformándose al espíritu de esta prescripción: en casa, con su familia, con los apóstoles, que se habían convertido en su nueva familia. Obrando de este modo, obedecía también a un precepto entonces vigente, según el cual los judíos que acudían a Jerusalén podían establecer asociaciones de peregrinos, llamadas chaburot, que por aquella noche constituían la casa y la familia de la Pascua. Y es así como la Pascua ha venido a ser también una fiesta de los cristianos. Nosotros somos la chaburah de Jesús, su familia, la que el fundó con sus compañeros de peregrinación, con los amigos que con él recorren el camino del Evangelio a través de la tierra y de la historia.
Como compañeros suyos de peregrinación, nosotros somos su casa, y de esta suerte la Iglesia es la nueva familia y la nueva ciudad que es para nosotros lo que fue Jerusalén, casa viviente que aleja las fuerzas del mal y lugar de paz que protege a la creación y a nosotros mismos. La Iglesia es la nueva ciudad en cuanto familia de Jesús; es la Jerusalén viviente, cuya fe es barrera y muralla contra las fuerzas amenazantes del caos, que se confabulan para destruir el mundo. Sus murallas se hacen fuertes en virtud del signo de la sangre de Cristo, es decir, en virtud del amor que llega hasta el fin y que no conoce límites. Este amor es la potencia que lucha contra el caos; es la fuerza creadora que funda continuamente al mundo, los pueblos y las familias, y de este modo nos ofrece el shalom, el lugar de la paz, en el que podemos vivir el uno con el otro, el uno para el otro, el uno proyectado hacia el otro.
Pienso que, sobre todo en nuestro tiempo, existen sobradas razones para reflexionar de nuevo sobre tales analogías y referencias, y para dejar que ellas nos hablen. Porque no podemos menos de ver la fuerza del caos; no podemos menos de ver cómo surgen, precisamente en el seno de una sociedad desarrollada que parece saberlo y poderlo todo, las fuerzas primordiales del caos que se oponen a lo que esa sociedad define como progreso. Vemos cómo un pueblo que ha llegado a la cúspide del bienestar, de la capacidad técnica y del dominio científico del mundo, puede ser destruido desde dentro, y cómo la creación es amenazada por las oscuras potencias que anidan en el corazón del hombre y cuya sombra se cierne sobre el mundo.
Sabemos por experiencia que la técnica y el dinero no pueden por sí solos alejar la capacidad destructiva del caos. Únicamente pueden hacerlo las murallas auténticas que el Señor nos ha construido y la nueva familia que nos ha dado. Y yo pienso que, por este motivo, la fiesta pascual, que nosotros hemos recibido de los nómadas a través de Israel y de Cristo, tiene también una importancia política eminente en el más profundo de los sentidos. Nuestros pueblos de Europa tienen necesidad de volver a sus fundamentos espirituales si no quieren perecer, víctimas de la autodestrucción.
Esta fiesta debería volver a ser hoy una fiesta de la familia, que es el auténtico dique puesto para defensa de la nación y de la humanidad. Quiera Dios que alcancemos a comprender de nuevo esta admonición, de suerte que renovemos la celebración de la familia como casa viviente, donde la humanidad crece y se vence al caos y la nada. Pero debemos añadir que la familia, este lugar de la humanidad, este abrigo de la criatura, únicamente puede subsistir cuando ella misma se halla puesta bajo el signo del Cordero, cuando es protegida por la fuerza de la fe y congregada por el amor de Jesucristo. La familia aislada no puede sobrevivir; se disuelve sin remedio si no se inserta en la gran familia, que le da estabilidad y firmeza. Por esta razón, ésta ha de ser la noche en la que rehacemos el camino que conduce a la nueva ciudad, a la nueva familia, a la Iglesia; la noche en que de nuevo nos adherimos a ella con el más firme de los vínculos, como a la patria del corazón. En esta noche deberíamos aprender de esta familia de Jesucristo a conocer mejor a la familia humana y a la humanidad que ha de guiarnos y protegernos.
Se nos ofrece otra reflexión. Israel heredó esta fiesta del culto y de la cultura de los nómadas. Celebraban éstos la fiesta de la primavera el día en que iniciaban una nueva migración con sus rebaños. Lo primero que se hacía era trazar con sangre de cordero un círculo en torno a las tiendas. Con este gesto trataban de defenderse seguramente contra las fuerzas de la muerte, a las que deberían enfrentarse en no pocas ocasiones en el mundo desconocido del desierto. La ceremonia se llevaba a cabo con las vestimentas del peregrino en el momento de la partida, con la comida de los nómadas, el cordero, las hierbas amargas, que sustituían a la sal, y con el pan sin levadura. Israel ha heredado de sus tiempos de nomadismo estos elementos fundamentales en la celebración tradicional de la fiesta, y la Pascua le ha recordado siempre el tiempo en que era un pueblo sin hogar, un pueblo en camino y sin patria. Esta fiesta le ha traído siempre a la memoria que, aun cuando tenemos casa, seguimos siendo nómadas; como hombres que somos, nunca nos hallamos definitivamente en casa, estamos siempre con el pie en el estribo. Y pues vamos de camino y nada nos pertenece, todo cuanto poseemos es de todos y nosotros mismos somos el uno para el otro. La Iglesia primitiva tradujo la palabra Pascha como «paso», y expresó de este modo el camino de Jesucristo a través de la muerte hasta la nueva vida de la Resurrección.
Por este motivo, la Pascua ha sido siempre, y sigue siendo hoy para nosotros, fiesta de la peregrinación; también a nosotros nos dice: somos únicamente huéspedes en la tierra; todos somos huéspedes de Dios. Por eso nos exhorta a sentirnos hermanos de aquellos que son huéspedes, pues nosotros mismos no somos otra cosa que huéspedes. Somos tan sólo huéspedes en la tierra; el Señor, que se hizo él mismo huésped y nómada, nos pide que nos abramos a todos aquellos que en este mundo han perdido la patria; espera de nosotros que nos pongamos a disposición de los que sufren, de los olvidados, de los encarcelados, de los perseguidos. El está presente en todos ellos. En la ley de Israel, cuando se dan normas para el tiempo en que el pueblo se establezca definitivamente en la tierra prometida, se insiste en prescribir que los peregrinos sean tratados igual que todos; y al hacerlo, se acude siempre a las palabras: «¡Recuerda que tú mismo fuiste nómada y peregrino!» Somos nómadas y peregrinos. Este es el punto de vista desde el que debemos entender la tierra, nuestra vida misma, el ser el uno para el otro.
Estamos tan sólo de paso en la tierra, y esto nos hace recordar nuestra más secreta y profunda condición de peregrinos; nos hace recordar que la tierra no es nuestra meta definitiva, que estamos en camino hacia el mundo nuevo, y que las cosas de la tierra no constituyen la realidad última y definitiva. Apenas nos atrevemos a decirlo, porque se nos echa en cara que los cristianos no se han preocupado nunca de las cosas terrenas, que no se han entregado en serio a edificar la ciudad nueva de este mundo, siempre con el pretexto de que tenían en el otro su morada. Nada de esto es verdad. Quien se zambulle en el mundo, aquel que ve en la tierra el único cielo, hace de la tierra un infierno, porque la fuerza a ser lo que no puede ser, porque quiere poseer en ella la realidad definitiva, y de esta suerte exige algo que le enfrenta consigo mismo, con la verdad y con los demás.
No; nos hacemos libres, libres de la codicia de poseer, justamente cuando tomamos conciencia de nuestro ser nómadas; es entonces cuando nos hacemos libres los unos para los otros, y es entonces también cuando se nos confía la responsabilidad de transformar la tierra, hasta que podamos un día depositarla en las manos de Dios. Por esta razón, esta noche del tránsito, que nos recuerda el último y definitivo trayecto del Señor, ha de ser para nosotros exhortación constante a recordar nuestro último viaje y a no echar en olvido que un día debemos abandonar todo cuanto poseemos, y que, al final de la vida, lo que de veras cuenta no es lo que tenemos, sino únicamente lo que somos; que, a lo último, deberemos responder sobre cómo -fundados en la fe- hemos sido personas en este mundo, personas que se han dado recíprocamente la paz, la patria, la familia y la nueva ciudad.
La Pascua se celebraba en casa. Así lo hizo también Jesús. Pero después de la comida, él se levantó y salió fuera, rebasó los límites establecidos por la ley, porque pasó al otro lado del torrente Cedrón, que señalaba los confines de Jerusalén. No tuvo miedo del caos, no quiso esquivarlo, se adentró en él hasta lo más profundo, hasta las fauces mismas de la muerte. Jesús salió, y esto significa que, pues las murallas de la Iglesia son la fe y el amor de Jesucristo, la Iglesia no es plaza fortificada, sino ciudad abierta; y, en consecuencia, creer significa salir también con Jesucristo, no temer el caos, porque Jesús es el más fuerte, porque él penetró en ese caos, y nosotros, al afrontarlo, le seguimos a «él». Creer significa salir fuera de los muros y, en medio de este mundo caótico crear espacios de fe y de amor, fundados en la fuerza de Jesucristo. El Señor salió fuera: éste es el signo de su fuerza. Bajó a la noche de Getsemaní, a la noche de la cruz, a la noche del sepulcro. Y pudo bajar porque, frente al poder de la muerte, él es el más fuerte; porque su amor lleva en sí el amor de Dios, que es más poderoso que las fuerzas de la destrucción. Su victoria, por tanto, se hace real justamente en este salir, en el camino de la Pasión, de suerte que, en el misterio de Getsemaní, se halla ya presente el misterio del gozo pascual. El es el más fuerte; no hay potencia que pueda resistírsele ni lugar que él no llene con su presencia. Nos invita a todos a emprender el camino con él, pues donde hay fe y amor, allí está él, allí la fuerza de la paz, que vence la nada y la muerte.
Al finalizar la liturgia del Jueves Santo, la Iglesia imita el camino de Jesús trasladando al Santísimo desde el tabernáculo a una capilla lateral, que representa la soledad de Getsemaní, la soledad de la mortal angustia de Jesús. En esta capilla rezan los fieles; quieren acompañar a Jesús en la hora de su soledad. Este camino del Jueves Santo no ha de quedar en mero gesto y signo litúrgico. Ha de comprometernos a vivir desde dentro su soledad, a buscarle siempre, a él, que es el olvidado, el escarnecido, y a permanecer a su lado allí donde los hombres se niegan a reconocerle. Este camino litúrgico nos exhorta a buscar la soledad de la oración. Y nos invita también a buscarle entre aquellos que están solos, de los cuales nadie se preocupa, y renovar con él, en medio de las tinieblas, la luz de la vida, que «él» mismo es. Porque es su camino el que ha hecho posible que en este mundo se levante el nuevo día, la vida de la Resurrección, que ya no conoce la noche. En la fe cristiana alcanzamos esta promesa.
Pidamos a Jesús en esta Cuaresma que haga resplandecer su luz por encima de todas las oscuridades de este mundo; que nos haga entender, también a nosotros, que él permanece siempre a nuestro lado en la hora de la soledad y el vacío, en la noche de este mundo, y que así edifica, por nuestro medio, la nueva ciudad de este mundo, el lugar de su paz, de la nueva creación.
JOSEPH RATZINGER
EL CAMINO PASCUAL
BAC POPULAR MADRID-1990.Págs. 107-113

Movimiento Soledad Mariana

"Soledad Mariana" es un Movimiento de espiritualidad mariana y contemplativa, fundado en la Argentina en 1973, por el monje trapense Bernardo Olivera, actual Abad del Monasterio Nuestra Señora de los Ángeles de Azul, provincia de Buenos Aires.