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domingo, junio 3

Santísima Trinidad, por Bernardo Olivera

-Los cristianos afirmamos que Dios es Amor.  Y si es Amor ha de amar a alguien.  Ese alguien somos, ciertamente, nosotros.  Pero antes de que existiésemos, Dios ya era Amor, sin haber jamás comenzado a serlo. 
-En todo amor hay tres realidades implicadas: uno que ama, uno que es amado y el amor que los relaciona y une. 
-Dios es Amor pues siempre amó a Otro en cuanto Hijo y es amado por Él en cuanto Padre, y este amor mutuo es Otro, que llamamos Espíritu Santo.
-Un Dios Amor absoluto tiene que ser un Dios Trinitario que, si crea, crea según su imagen y semejanza.

-El misterio de la Santísima Trinidad es el misterio central de la fe y de la vida cristiana.  Este misterio se refiere a Dios en sí mismo y a su relación con nosotros.  Es, pues, la fuente de todos los otros misterios de la fe; es la luz que los ilumina.  Es la enseñanza más fundamental en la jerarquía de las verdades de nuestra fe.  La historia de la salvación no es otra cosa que la historia del camino y los medios por los cuales el Dios verdadero y único, Padre, Hijo y Espíritu Santo, se revela, reconcilia consigo a los seres humanos, apartados por el pecado, y se une en comunión con ellos.

-Un doble principio clave y fontal de nuestra concepción cristiana de Dios puede presentarse así: la Trinidad que se revela gratuitamente encarnándose y salvándonos es la misma Trinidad en su misterio más íntimo, inmanente e intradivino, y la Trinidad inmanente es la misma que se manifiesta en la carne y en la historia obrando nuestra salvación; Dios se manifiesta en la historia tal como es, y es tal como se nos manifiesta.  Pero, obviamente, lo que nosotros entendemos del misterio íntimo del Dios Trinitario, gracias a su revelación en la historia, jamás agota el misterio íntimo de Dios y, además, la historia no puede contener la Gloria.


-Las Personas divinas son relativas unas a otras.  La distinción entre las Personas divinas es real, aunque no divide la unidad divina y reside únicamente en las relaciones que las refieren unas a otras.  En los nombres relativos de las Personas, el Padre es referido al Hijo, el Hijo lo es al Padre, el Espíritu Santo lo es a los dos; sin embargo, cuando se habla de estas tres Personas considerando las relaciones se cree en una sola naturaleza o substancia.  Las Personas divinas son Relaciones substanciales.
 

-Jesús, el Cristo, es nuestro punto de partida para nuestro conocimiento de Dios.  Y Él nos enseñó que Dios es Amor y nos dejó en la escuela de su Espíritu para que nos llevara a la verdad completa.  Dios es Amor, pero, no en la unidad de una sola persona, sino en la Trinidad de una sola substancia, tanto en la eternidad del misterio cuanto en su manifestación en la historia.  En efecto, Dios Amor es:  
-Rico en misericordia (Dives in misericordia) y Padre.
-Redentor del hombre (Redemptor hominis) e Hijo.
-Señor y Vivificador (Dominum et vivificantem) o Espíritu Santo.
 

-Tres Personas que son un solo Dios: el Padre es Amor, el Hijo es Amor y el Espíritu es Amor.  Dios es todo Amor y sólo Amor: amor purísimo, infinito y eterno.  Dios no vive en una espléndida soledad, sino que más bien es fuente inagotable de vida que se entrega y comunica incesantemente.
P. Bernardo Olivera (ocso)

2 comentarios:

Thelma dijo...

Como nos enseñó Bernardo, amémonos en las diferencias, promovamos esas diferencias y vivamos a semejanza de la Trinidad Santa.
¡Feliz día de la Santísima Trinidad para todos!
Un fuerte abrazo lleno de cariño!!!

Belkina (Venezuela)) dijo...

Amada familia
Paz y Bien!!!!
No se imaginan lo agradecida que les estoy por todo este alimento espiritual y noticias que me han enviado en estos últimos dias.
Doy gracias a la Santísima Trinidad por la mejoría en la salud del P. Bernardo, por el pronto restablecimiento de Cole, por el interés y amor que ponen en cada uno de su envíos, que el Señor les siga bendiciendo.
Un fraternal abrazo.
Belkina

Movimiento Soledad Mariana

"Soledad Mariana" es un Movimiento de espiritualidad mariana y contemplativa, fundado en la Argentina en 1973, por el monje trapense Bernardo Olivera, actual Abad del Monasterio Nuestra Señora de los Ángeles de Azul, provincia de Buenos Aires.