Testimonio de Alberto sobre las “misas de sanación”

En noviembre del 2008,aparece en mi cuello un tumor dermoideo maligno, luego de una situación de stress máximo, inmediatamente, me puse en manos de especialistas, los que comenzaron con quimioterapia. Una compañera de nuestro grupo de arte, Clarisa Cassiau, como tanta otra gente, oraba por mi sanación y me apoyaba con afecto y trabajo. Soy o era agnóstico, no obstante ello, agradecía los ruegos. Clarisa me comentó acerca de las misas de Martin y conocía su activa participación en ellas. Si bien el tumor luego de 4 aplicaciones había reducido notablemente el plan quimioterápico, era de 12 aplicaciones.
Enterado que Martín haría una misa en Palermo, fui no como curioso, sino como alguien que hace todo lo posible para encontrar todas las vías posibles de curación.
Desde el mismo momento que pisé el templo, con tanta gente, sentí que era un lugar amigable, cálido y acogedor.
Mi racional mente agnóstica desapareció y me fui fundiendo en las emociones despertadas, con verdadera unción seguí todo el proceso, no sé rezar ni conozco los rituales de los credos, sin embargo siempre he respetado las creencias y la fe que alguien tenga, es más, casi diría que envidio a quienes poseen fe religiosa, cosa con la que no nací o no me la transmitieron o no la aprendí.
Durante 60 años, he visto el fenómeno de la fe como algo ajeno a mi.
Las palabras de Martín, horas tras horas, me envolvían, no me interesaba el contenido, muchas veces desconocido para mi, luego pasaron el sagrario (creo que así se llama) y cuando estaba enfrente de mi, lo vi luminoso y bondadoso, tomé la hostia y Martín puso sus manos sobre mi frente, ahí sentí que algo entraba en mi alma, que no puedo describir.
Creo que era un jueves, el sábado me tenían que aplicar la quimioterapia, para mi sorpresa y la de los médicos, el tumor casi no existía (si bien estaba remitiendo),decidieron no aplicarla.
Volví a casa exultante, me vi en el espejo y mi cuerpo y semblante habían cambiado, el grupo de compañeros de arte que venían a trabajar esa tarde, se asombraron de mi cambio físico, emocional y energético, tan repentino.
De ahí en más no hubo más quimioterapia ,el tumor desapareció, llevo casi un año con controles periódicos y es como si jamás hubiera tenido nada.
Una vez más volví a la misa y si bien el impacto no era ya el de la primera vez, me volví a sentir en paz.
Gracias Martín, Gracias Clarisa, gracias a ese ser que a través de Martín, produce sanación.

Alberto Vazquez (64 años)
Olazábal 3450.P.B."D"
Buenos Aires