Muchas veces trato de escribir algo sobre Fernando y me es imposible.
Después pienso, bueno voy a decir algo nomás, no hay que decir todo de una vez.
Y así ando con el tema.
Por eso, quiero escribir estas líneas como algo nomás de tantas cosas,
de toda una vida de amistad.
En 1980 cuando llegamos como seminaristas a la Diócesis de Morón, íbamos
los fines de semana a hacer nuestros primeros pasos de vida pastoral a Moreno.
Cada seminarista hacía esta experiencia en distintas parroquias.
Este fue el comienzo. Luego seguimos como sacerdotes en Moreno, en la
parroquia “San José” en la Perlita, cerca de la casa de Adrián Gauna, que lo
conocemos ¡desde niño!
Luego que pasó el tiempo, en el año 1995 me fui a Villa Tesei, y luego a
Ituzaingó. Pero Fernando se quedó siempre en Moreno y también muchos años en
una parroquia muy pobre de Merlo.
Esto fue así hasta el último año de su vida cuando fue nombrado Obispo
de la Diócesis de Salto, Uruguay.
En el tiempo de seminaristas en Moreno, y luego nuestros años de
sacerdocio allí, fue pienso, donde nos hicimos verdaderamente sacerdotes. Junto
a la gente, gracias a una gran amistad que se iba haciendo día a día con ellos.
Recuerdo que yo pensaba que estar en Moreno era una fiesta, y esto sin olvidar
el sufrimiento o la pobreza de muchos, pero era una fiesta interior, de la
amistad.
Esto nos unía mucho con Fernando. Así crecía nuestra comunidad
sacerdotal de Soledad Mariana que llamábamos “San José”.
Cada uno vivía esta experiencia sacerdotal a su modo, con el don de cada
uno. Esta diversidad nos enriquecía mucho, así fue siempre.
Una anécdota: recuerdo que semanalmente nos reuníamos los dos a hacer
diálogo espiritual. Prendíamos una vela, leíamos la Palabra del día, hacíamos
oración. Luego cada uno compartía lo que estaba viviendo interiormente. Esto
siempre nos enriqueció mucho.
La anécdota es que al pasar el tiempo, los años, estos diálogos llegaron
a ser iguales, pero con distintas formas. Desde hace muchos años nuestros
encuentros eran en restaurantes ¡compartiendo una rica comida!
Una vez, unos sacerdotes jóvenes me preguntaban con intriga si alguna
vez nos habíamos peleado con Fernando, o discutido. Y yo les dije que sí, en
los 42 años de comunidad sacerdotal, recuerdo tres discusiones entre nosotros.
Siempre fueron sobre quien se ocupaba de ciertas responsabilidades pastorales,
o sea, en la distribución de nuestros trabajos. No recuerdo otras discusiones
ni en nuestra comunidad ni en nuestra amistad de tantos años.
Vuelvo a los años en los barrios de Moreno. Todo lo que vivimos allí y
luego en otros barrios también, nos unió con Fernando de una manera muy fuerte.
Cuando Fernando fue nombrado Obispo de Salto yo estaba feliz, porque
sabía de su felicidad. Y él llevó a Uruguay la misma espiritualidad que vivía
en los barrios, la misma pasión por el Evangelio. Y eso fue lo que les asombró
allá y llegaba tanto a la gente y a las sacerdotes y obispos.
Como ven, este es solo un trozo de nuestra historia, que es la historia
de Soledad Mariana, ya que cada paso que dábamos lo hacíamos como miembros del
Movimiento.
Ya les seguiré compartiendo otros recuerdos con Fernando.
Un abrazo grande, Martín.