Mostrar a Cristo, experimentar a Cristo, enseñar a Cristo.
Estos tres puntos, que se los puede reducir a dos puntos: 1. Mostrar y experimentar, y 2. Enseñar; es lo que pienso necesita la Iglesia hoy en su nueva evangelización. Y lo necesitan de una manera especial los adolescentes y jóvenes de hoy. Los jóvenes de hoy son escépticos a lo heredado por sus padres y abuelos, no creen en esa herencia. Ni siquiera la cuestionan, casi la ignoran, como se dice comúnmente “la matan con la indiferencia”. O sea, hay algo claro: no la tienen en cuenta cuando se trata de planificar sus vidas y felicidad.
También veo la juventud de hoy, que busca con todo su corazón el sentido de la vida, la fraternidad y la unidad. En sus corazones está el hambre de todo ser humano, de todos los tiempos y lugares, hambre de plenitud, de felicidad. Los imagino como un pizarrón grande donde no hay nada escrito y donde la vida va escribiendo. La vida y la experiencia escriben en ellos cosas buenas y malas, confusiones, luces, tantas cosas…
El Señor de la Vida nunca nos abandona. Él dijo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo. Y si los tiempos son duros su presencia es más fuerte y su auxilio más cierto.
¿Qué hacer alguien que conoce a Cristo Vivo?
¿Cómo hablar de Él a los jóvenes de hoy?
La Iglesia, fiel a su Maestro, busca los medios con todas sus fuerzas.
Está presente en todos nosotros la vida y enseñanza de Juan Pablo II, su sonrisa franca, sus manos tendidas a tantas personas de tantos lugares. Él respondía a esta búsqueda de hoy proponiendo una Nueva Evangelización, nueva en su ardor, métodos y expresión, decía, y él lo vivía en primer lugar, y su espíritu joven comulgaba con los jóvenes de hoy, y se prendía la Palabra, en quienes lo escuchaban, como un fuego.
Esto está presente como guía, como referencia e inspiración a diferentes respuestas.
Como Grupo Animación de Soledad Mariana estamos animando Misas de alabanza y sanación y también grupos de oración. Eso es una experiencia de Cristo, y el Señor manifiesta su presencia y su fecundidad con los muchos frutos que nos muestra. A esta experiencia pienso, tenemos que agregarle la otra mitad: la formación humana y espiritual. Es decir, enseñar a Cristo. Y para ello contamos con la honda riqueza de las ejercitaciones marianas y contemplativas. Ejercitaciones que en sus distintos modos se adaptan también a los jóvenes de hoy para anunciarles y enseñarles quién es Jesús, cuales son sus enseñanzas para la vida y qué significa seguirlo, como lo hicieron sus primeros discípulos a orillas del lago de Galilea.
Hay muchos y riquísimos modos de anunciar y enseñar a Cristo, debemos dejarnos conducir por su Espíritu y por María, y ser muy generosos, porque el hambre de hoy no es solo material sino también espiritual, hay hambre de su Luz, de su Sabiduría, de Él, el Señor de la Vida.
Martín Serantes
24-1-2011