HistoriaEl 27 de noviembre de 1830, la Virgen se le apareció a la novicia Catalina Labouré, de las Hijas de la Caridad, fundadas por San Vicente de Paul. Lo hace en la capilla de la "Rue du Bac" (París) y le confía la misión de acuñar una medalla según el modelo que Ella misma le reveló. La Virgen le dijo que la persona que la llevara con confianza recibiría abundantes gracias, sobre todo si la llevaba pendiente del cuello. La medalla se propagó inmediatamente en forma prodigiosa.
La Virgen que aparece en la medalla es la mujer "revestida del sol y coronada de estrellas" (Ap 12, 1). Sus manos están abiertas y de sus dedos con anillos se desprenden rayos que caen sobre la tierra. La luz de los rayos son las gracias que se derraman sobre las personas que le piden con fe. Todo está rodeado por un texto que dice: "María concebida sin pecado original, ruega por nosotros que hemos recurrido a Ti". En el reverso está la letra M que es la inicial de María unida a la cruz de Cristo. Ambos signos entrelazados hablan de su profunda unión. Luego, está el corazón coronado de las espinas de Jesús y el de María atravesado por una espada. Todo ello rodeado por doce estrellas, figura de la compañía de los apóstoles.
Lectura: Ap 12, 1
"Una gran señal apareció en el cielo: una mujer vestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza."
Reflexión
Esta medalla está llena de los símbolos que marcan la vida cristiana y la ternura de Dios con nosotros, por el hecho de que somos hijos dignos de Dios, como Él dignificó a María creándola sin pecado original.
Ella nos acerca a Cristo Jesús, quien en su corazón herido por las espinas nos expresa su amor, "hasta las últimas consecuencias". Nos invita a que demostremos que solo el amor que se da totalmente es el que trae vida nueva. Unido a su corazón está el de María, quien lo acompaña en su dolor y nos acompaña en nuestros dolores.
Esta profunda unidad entre Cristo y María manifestadas en la unión de sus corazones y en el signo de la cruz y de la letra M (de María), nos invitan con María a acompañar y colaborar con Jesús como Ella lo hizo. María nos acompañará así siempre como aquella que intercede por nosotros.
Nos colocamos en sus manos como lo dice la siguiente oración:
Oración
Oh, poderosa Virgen María de la Medalla Milagrosa,
te suplicamos humildemente que hables de nosotros a tu Divino Hijo
y le digas que nos escuche,
si estas peticiones que te hacemos son conforme a su voluntad
y han de ser para bien de nuestras almas
y de las almas de aquellos por los que pedimos.
Después de elevar tus manos suplicantes hacia el Señor,
dígnate, Virgen Poderosa, extenderlas sobre nosotros;
envuélvenos en tus rayos de gracias,
para que su luz y su calor nos purifiquen
y caminemos alegremente hasta la meta,
donde Tú nos esperas en las puertas del cielo.
Amén.
