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lunes, septiembre 19

NUESTRA SEÑORA DE LAS MERCEDES (4)

NOVENA (Dia 3)

ORACIÓN INICIAL

            Santísima Virgen de la Merced, Madre nuestra y modelo de los que sufren  persecución o dolor por amor y fidelidad a la Iglesia, escucha nuestros humildes ruegos. Te pedimos por la Santa Iglesia, por el Papa Francisco, por nuestros hermanos necesitados de ayuda y consuelo. Sobre todo por aquellos que sufren enfermedad y persecución, que experimenten el consuelo que reservas a quienes perseveran fieles a las enseñanzas de tu hijo Jesucristo.
En este Año de la Misericordia, danos María, ganar un corazón amoroso y generoso para saber perdonar y para trabajar con firmeza y constancia en la construcción de una comunidad renovada en la que vivamos con alegría el servicio mutuo aprendiendo cada día más a amar como Jesús nos amó.
Modelo nuestro, queremos amar a Jesús como vos lo amas.


María, virgen de la esperanza

       María tuvo que pasar muchos años de su vida en la obscuridad de lo cotidiano con la esperanza puesta en el anuncio y la promesa. Sólo recibió un signo para guiar sus pasos: un signo de contradicción. La espada de la palabra de su hijo atravesó repetidamente su alma para que pudiera pasar de una maternidad natural a otra en el Espíritu. Por todo esto, ayer y siempre, la proclamamos bienaventurada por haber creído. (B.Olivera. en Siguiendo a Jesús en María...)

            Cuando el Dios de la promesa se había vuelto silencio para Isabel, maría esperaba; esperaba en la oración, esperaba recordando la promesa, con la esperanza cierta de que se cumpliría porque Dios, que es fiel, no abandona a los que lo aman.
            Esta esperanza se volvió compromiso en la Anunciación, cuando Dios la visitó para hacerla fecunda; María creyó porque esperaba.
            Es la misma esperanza que la sostuvo pie junto a la cruz, porque sabía que allí no terminaba todo, que Jesús resucitaría.
            María esperó contra toda esperanza. Esperó, en medio de un pueblo dominado, la liberación definitiva. Esperó frente a la muerte de su Hijo la vida para siempre. Esperó en medio del color y la pobreza; en la angustia y el silencio. Pero su espera no fue de brazos cruzados. Esperó orando; esperó comprometiéndose; esperó sirviendo, amando, esperó caminando junto a Jesús hacia el calvario; esperó buscando la patria verdadera; esperó con la lámpara encendida; esperó alerta, como espera el centinela.
            Por eso hoy, en medio de un mundo que sufre, María nos invita a la esperanza. En medio del dolor, la violencia, el hambre y la pobreza, la enfermedad y la muerte, María nos habla de esperanza, y su palabra suena sincera porque ella conoció todo esto y esperó con alegría. Ella nos dice que todas estas realidades no son definitivas, a pesar de todo, vivir alegres, trabajar por un orden nuevo y no perder nunca la esperanza, porque Cristo ha resucitado, ha vencido al mundo dándonos vida y vida para siempre.
            María fue llevada al cielo y con su Asunción nos llama a la esperanza. Como ella. Nosotros llegaremos un día junto al Padre. Mientras tanto, caminaremos son instalarnos, sin aferrarnos a los bienes materiales, a los valores de este mundo, sino que libres, como María, peregrinemos llenos de esperanza.

PAUTAS PARA LA REFLEXIÓN

       ¿Qué momentos de la vida de María te habla de esperanza? ¿Qué te enseña María con su esperanza? ¿En éste mundo de hoy tan problemático, qué te dice Maria con su esperanza?

Presentamos nuestra petición personal y rezamos tres avemarías

ORACIÓN FINAL

"Acuérdate, piadosísima Virgen María, que jamás se oyó decir, que ninguno de los que han acudido a tu presencia, implorando tu asistencia y reclamando tu socorro, ha sido abandonado de vos.
Animados por esta confianza, a vos también acudimos Oh ¡Virgen, Madre de las vírgenes! y aún gimiendo por el peso de nuestros pecados, nos animamos a comparecer ante tu presencia soberana. Oh. Madre de Dios, no deseches nuestras súplicas sino más bien escúchalas y acógelas favorablemente, por Jesucristo Nuestro Señor. Amen." 


Movimiento Soledad Mariana

"Soledad Mariana" es un Movimiento de espiritualidad mariana y contemplativa, fundado en la Argentina en 1973, por el monje trapense Bernardo Olivera, actual Abad del Monasterio Nuestra Señora de los Ángeles de Azul, provincia de Buenos Aires.