Un pequeño compartir de mi propia experiencia. Frases sueltas. Aliento. Soplo del alma.
Por la mañana el maligno haciendo de las suyas. Tratando de sembrar la división con oscuridades y dudas respecto a la misión. Por suerte pasó la camioneta de Marcelo y al ver las caras sonrientes dentro, la luz entró y mi rostro cambió. Qué bueno el compartir de una misión. Misión peregrina. Obra de misericordia. Donación donada y donante.
¡Alégrate hijo de Dios!
El viaje ni se notó. Almuerzo en nuestro tipo de parrilla junto a la laguna.
¡Qué bien se está aquí!
Sí, son flamencos, clavados como estacas en la quietud del agua. El agua es contemplativa, su laxitud conduce a la contemplación. Hay sonrisas que esconden los nervios. El día está precioso. Límpido, como si los ángeles hubiesen barrido las nubes.
Chascomús. Una laguna que está perdiendo el agua por la insistente sequía que algunos no comprenden, tapados como están por la soberbia.
Estela pregunta y yo le respondo.
Sí, habrá mucha sanación. Sí, la gente va a descansar en el Espíritu. No tengas dudas.
La cuenta del almuerzo es una cifra casi exacta del dinero que le queda a María en el sobre. ¿Será de Dios? Los parrilleros son invitados también. Nunca supe si vinieron. Marcelo si estuvo en la misa. Se asomó y se asombró.
Las paredes blancas de la vieja Catedral. Los vitreaux redondos que dejan entrar luz desde lo alto.
¡Todo saldrá bien, Aleluya!, le venía diciendo durante la semana a Estela. Me recuerda el “¡Todo terminará bien, Aleluya!” de Juliana de Norwich y del monasterio del monte Atlas.
La Virgen de la Merced coronada y con el niño coronado en brazos, custodia el templo mayor de esta bucólica ciudad de la pampa. La Virgen con los brazos en alto que acompaña al Grupo en la imagen que Mercedes mandó imprimir, está invitando a la alabanza.
El ministerio de música se prepara para una larga jornada en el salón parroquial. ¿Vendrán muchos? Sí, claro, todo el mundo necesita sanación, alivio y fortaleza. Algunos vendrán.
Nos faltan servidores. Somos pocos: está Luis, Sol, Agustín, Clarisa, Mary, Nilda, María…porque Julieta, Pica y Cecilia tienen que llevar la voz cantante y Martín presidir la celebración. Por suerte se nos ha unido Jorge Cherau, Diana y viajó también con nosotros Leonor.
Busquemos entre los locales…¿se animan a atajar a la gente? Sí, sí, dicen dos y luego tres mujeres. Que la sigan a Mary.
Qué frescura en los ojos de Sol. Qué disponibilidad la de Luis y Agustín. Como si fueran parte del Grupo desde siempre. El Señor está actuando. ¡Bendito y alabado!
Ya llega la hora. Dicen que la iglesia está repleta. Llena como nunca se vio. Ni para Pascua o Navidad. ¿En serio?
El grupo comienza su trabajo de servicio y se regocija en la unidad, en la koinonía.
El servicio de todos y cada uno de nosotros es importante para que todo termine bien, ¡Aleluya!. El del padre Martín, del diácono Jorge, los servidores y servidoras, el ministerio de música y los organizadores locales.
Luego llega la alabanza. Retumban las paredes blancas. Se sacuden la modorra de años. La luz sigue bajando. María sonríe en lo alto del altar. Si supieran cuánto los amo, llorarían de alegría. Esa letra que hicimos un día con Julieta. María con los brazos levantados, preciosa, que fue pintada en la Trapa de Azul y sirvió de tapa a uno de los libros de Bernardo. Sí, las raíces de nuestra espiritualidad están presentes, pero se desbordan en el servicio, en el apostolado, en el trabajo de los carismas de cada uno y se vuelven misión, canto, sonrisa, llanto, posibilidad de sanación.
Martín pasa el Santísimo por la nave repleta de gente buscando consuelo, paz, alivio y sanación. ¡Es Cristo el que pasa! Las manos sobre la Custodia. La tocan, la agarran, la besan. Nunca vi algo así. Una multitud enramada sobre el pan de vida. Manos que se abrazan al Señor. Que quieren comerlo y ser comidos. Pídale, señora. Se nota la ausencia de Alfredo. Martín nos pidió a Jorge y a mí que lo acompañemos en la procesión. Rezar en lenguas y escuchar a lo lejos que el ministerio de música siembra tonos angelicales en el aire.
¡Gloria a Dios!
Volvemos. Aplausos. ¡Vive el Señor! Calor. Fuego. Tambores. Lenguas de fuego que queman el alma. Palmas que golpean unas contra otras. Las lenguas caen y el fuego sube. El viento pasa. La gente está alegre. Parece feliz de estar allí. Hagamos quinientas tiendas y quedémonos aquí. Todos sufrimos por algo. Nadie está libre. Cada quien carga su cruz. Sí, pero la luz que sigue bajando y esa sonrisa de María, y el Santísimo, y el viento…y la piedra que parece removida y el sudario envuelto…cada quien tiene también su resurrección.
Luego la imposición de manos. Ves como caen Estela. De a cientos. Están abiertos como el sepulcro. Y la miro a Sol, como reza y llora por los otros. Y lo veo a Agustín tan solícito, y a Luis atajando a los más grandotes y a Clarisa con las manos abiertas, a Mary, a Nilda, a María. Estela debe estar contenta. La gente recibe una gotita de esperanza y consuelo. Se emociona con algún canto. Siente la caricia del amor de Dios.
Señor mándalo a Lázaro y aunque sea que toque mi boca reseca con una gota de agua, dijo el rico Epulón desde el Averno.
Pero acá en Chascomús, aunque la laguna esté baja, el agua sobra. Sobra por los llantos de gozo y emoción. Sobra por la calidez de nuestros anfitriones. Sobra por el esfuerzo que le estamos poniendo los servidores y el padre Martín. Sobra hasta desbordarnos por completo.
Gracias Estela por tu invitación y por todo lo maravilloso que vivimos en Chascomús.
¡Todo terminó bien, Aleluya!
Jesús Silveyra
PD: Luego, sobrevino el cansancio y yo me zambullí en la cama. Recién hoy me estoy reponiendo.
Por la mañana el maligno haciendo de las suyas. Tratando de sembrar la división con oscuridades y dudas respecto a la misión. Por suerte pasó la camioneta de Marcelo y al ver las caras sonrientes dentro, la luz entró y mi rostro cambió. Qué bueno el compartir de una misión. Misión peregrina. Obra de misericordia. Donación donada y donante.
¡Alégrate hijo de Dios!
El viaje ni se notó. Almuerzo en nuestro tipo de parrilla junto a la laguna.
¡Qué bien se está aquí!
Sí, son flamencos, clavados como estacas en la quietud del agua. El agua es contemplativa, su laxitud conduce a la contemplación. Hay sonrisas que esconden los nervios. El día está precioso. Límpido, como si los ángeles hubiesen barrido las nubes.
Chascomús. Una laguna que está perdiendo el agua por la insistente sequía que algunos no comprenden, tapados como están por la soberbia.
Estela pregunta y yo le respondo.
Sí, habrá mucha sanación. Sí, la gente va a descansar en el Espíritu. No tengas dudas.
La cuenta del almuerzo es una cifra casi exacta del dinero que le queda a María en el sobre. ¿Será de Dios? Los parrilleros son invitados también. Nunca supe si vinieron. Marcelo si estuvo en la misa. Se asomó y se asombró.
Las paredes blancas de la vieja Catedral. Los vitreaux redondos que dejan entrar luz desde lo alto.
¡Todo saldrá bien, Aleluya!, le venía diciendo durante la semana a Estela. Me recuerda el “¡Todo terminará bien, Aleluya!” de Juliana de Norwich y del monasterio del monte Atlas.
La Virgen de la Merced coronada y con el niño coronado en brazos, custodia el templo mayor de esta bucólica ciudad de la pampa. La Virgen con los brazos en alto que acompaña al Grupo en la imagen que Mercedes mandó imprimir, está invitando a la alabanza.
El ministerio de música se prepara para una larga jornada en el salón parroquial. ¿Vendrán muchos? Sí, claro, todo el mundo necesita sanación, alivio y fortaleza. Algunos vendrán.
Nos faltan servidores. Somos pocos: está Luis, Sol, Agustín, Clarisa, Mary, Nilda, María…porque Julieta, Pica y Cecilia tienen que llevar la voz cantante y Martín presidir la celebración. Por suerte se nos ha unido Jorge Cherau, Diana y viajó también con nosotros Leonor.
Busquemos entre los locales…¿se animan a atajar a la gente? Sí, sí, dicen dos y luego tres mujeres. Que la sigan a Mary.
Qué frescura en los ojos de Sol. Qué disponibilidad la de Luis y Agustín. Como si fueran parte del Grupo desde siempre. El Señor está actuando. ¡Bendito y alabado!
Ya llega la hora. Dicen que la iglesia está repleta. Llena como nunca se vio. Ni para Pascua o Navidad. ¿En serio?
El grupo comienza su trabajo de servicio y se regocija en la unidad, en la koinonía.
El servicio de todos y cada uno de nosotros es importante para que todo termine bien, ¡Aleluya!. El del padre Martín, del diácono Jorge, los servidores y servidoras, el ministerio de música y los organizadores locales.
Luego llega la alabanza. Retumban las paredes blancas. Se sacuden la modorra de años. La luz sigue bajando. María sonríe en lo alto del altar. Si supieran cuánto los amo, llorarían de alegría. Esa letra que hicimos un día con Julieta. María con los brazos levantados, preciosa, que fue pintada en la Trapa de Azul y sirvió de tapa a uno de los libros de Bernardo. Sí, las raíces de nuestra espiritualidad están presentes, pero se desbordan en el servicio, en el apostolado, en el trabajo de los carismas de cada uno y se vuelven misión, canto, sonrisa, llanto, posibilidad de sanación.
Martín pasa el Santísimo por la nave repleta de gente buscando consuelo, paz, alivio y sanación. ¡Es Cristo el que pasa! Las manos sobre la Custodia. La tocan, la agarran, la besan. Nunca vi algo así. Una multitud enramada sobre el pan de vida. Manos que se abrazan al Señor. Que quieren comerlo y ser comidos. Pídale, señora. Se nota la ausencia de Alfredo. Martín nos pidió a Jorge y a mí que lo acompañemos en la procesión. Rezar en lenguas y escuchar a lo lejos que el ministerio de música siembra tonos angelicales en el aire.
¡Gloria a Dios!
Volvemos. Aplausos. ¡Vive el Señor! Calor. Fuego. Tambores. Lenguas de fuego que queman el alma. Palmas que golpean unas contra otras. Las lenguas caen y el fuego sube. El viento pasa. La gente está alegre. Parece feliz de estar allí. Hagamos quinientas tiendas y quedémonos aquí. Todos sufrimos por algo. Nadie está libre. Cada quien carga su cruz. Sí, pero la luz que sigue bajando y esa sonrisa de María, y el Santísimo, y el viento…y la piedra que parece removida y el sudario envuelto…cada quien tiene también su resurrección.
Luego la imposición de manos. Ves como caen Estela. De a cientos. Están abiertos como el sepulcro. Y la miro a Sol, como reza y llora por los otros. Y lo veo a Agustín tan solícito, y a Luis atajando a los más grandotes y a Clarisa con las manos abiertas, a Mary, a Nilda, a María. Estela debe estar contenta. La gente recibe una gotita de esperanza y consuelo. Se emociona con algún canto. Siente la caricia del amor de Dios.
Señor mándalo a Lázaro y aunque sea que toque mi boca reseca con una gota de agua, dijo el rico Epulón desde el Averno.
Pero acá en Chascomús, aunque la laguna esté baja, el agua sobra. Sobra por los llantos de gozo y emoción. Sobra por la calidez de nuestros anfitriones. Sobra por el esfuerzo que le estamos poniendo los servidores y el padre Martín. Sobra hasta desbordarnos por completo.
Gracias Estela por tu invitación y por todo lo maravilloso que vivimos en Chascomús.
¡Todo terminó bien, Aleluya!
Jesús Silveyra
PD: Luego, sobrevino el cansancio y yo me zambullí en la cama. Recién hoy me estoy reponiendo.