Queridos hermanos/as en SM
Les quiero
compartir algo de lo que viví este domingo en nuestra Región Oeste. María
Eugenia, nuestra reciente coordinadora, nos convocó a un ENCUENTRO. Todos
hicimos nuestro esfuerzo y con alegría nos encontramos. Euge guió todo el encuentro. Desde la oración
inicial con invocación al Espíritu y alabanzas, orando desde unas palabras de
Francisco, que fueron éstas:
Para compartir la vida con la gente y entregarnos
generosamente, necesitamos reconocer también que cada persona es digna de
nuestra entrega. No por su aspecto físico, por sus capacidades, por su
lenguaje, por su mentalidad o por las satisfacciones que nos brinde, sino
porque es obra de Dios, criatura suya. Él la creó a su imagen, y refleja algo
de su gloria. Todo ser humano es objeto de la ternura infinita del Señor, y Él
mismo habita en su vida. Jesucristo dio su preciosa sangre en la cruz por esa
persona. Más allá de toda apariencia, cada uno es inmensamente sagrado y merece
nuestro cariño y nuestra entrega. Por ello, si logro ayudar a una sola persona
a vivir mejor, eso ya justifica la entrega de mi vida. Es lindo ser pueblo fiel
de Dios. ¡Y alcanzamos plenitud cuando rompemos las paredes y el corazón se nos
llena de rostros y de nombres! Evangelii Gaudium 274.
Cada uno en
oración espontánea dimos gracias al Padre de Misericordia por los rostros
presentes de la región, por las personas que habían podido ir, por SM. También
por los rostros que dejaron su huella en nuestra región desde los inicios.
Entre el canto y el silencio junto a la Guadalupana, sentí que íbamos
“reencontrándonos”.
Luego Euge con
una dinámica nos invitó a compartir cómo fue que llegamos a SM. Alguno dirá
¿otra vez? Y la verdad es que lo necesitamos, dado que algunos desconocíamos
los primeros pasos y llegada al movimiento. Y entre mates y café, alrededor de
la estufa fuimos compartiendo serenamente nuestra historia.
Me gustó mucho
recordar a Lía, a Martín, Fernando, los primeros que se fueron sumando de
Moreno, a Killy y a Lili e Isabel, a varios de Ituzaingó, de Merlo, de Tesei, de
san Miguel… Fuimos compartiendo junto a Martín Serantes cómo fueron los
encuentros de Juan Diego, los grupos de oración, las visitas de Feli, Mónica y
María N, y tantos otros que nos acompañaban (y a los que nos visitan y acompañan
ahora). Recordamos la inserción y comunión con las parroquias, los muchísimos
retiros de Silencio realizados en el verano, las jornadas, ejercitantes y el
origen de la escuela de Juan Bernardino…
Así fuimos como “tejiendo” hilos de la historia
y del presente, puntos de encuentro. Dijimos no a la nostalgia, pero sí a las raíces, al Espíritu que nos
movía e inspiraba en ese tiempo. Un domingo frío y ventoso, por dentro cálido y
fraterno.
Finalmente, ya
sin luz (se había cortado) y con una sola velita, fuimos en medio de la noche
desgranando deseos, mirando desde lo compartido este año y la Misión y
Encuentro Gral y otros temas presentes. Y vuelvo a rumiar esta frase de
Francisco que me cuestiona todavía: “¡Y
alcanzamos plenitud cuando rompemos las paredes y el corazón se nos llena de
rostros y de nombres!”. Nos preguntamos para nosotros ¿Cómo vivir
concretamente en la Región y entre nosotros la “cultura del encuentro” que el
Papa tanto nos exhorta? Ya volvimos a
dar UN PEQUEÑO Y GRAN PASO… Gracias a la Guadalupana que nos reencuentra.
Adrián Gauna
Región Oeste