Muy queridos todos en Soledad Mariana:
En estas breves líneas quiero manifestar mi gozo y agradecer a todos los que han participado del Encuentro en Azul y también a los que no lo han podido hacer en esta oportunidad, pero que se han hecho presentes de diversas maneras y con seguridad nos han ayudado con su oración cercana.
Agradezco la entrega generosa de todos los que han colaborado en la organización y la abierta disponibilidad para trasladarse a 300 kms de Buenos Aires. ¡Fue maravilloso ver cómo llegaban de todos los puntos cardinales, de varias regiones y también de otros países!
"Peregrinando en busca de nuestras raíces" fue el lema del Encuentro y el día viernes fue vivido así, volviendo a nuestra génesis y al Monasterio Trapense con infinita gratitud. En las vivencias de los primeros miembros del Movimiento pudimos palpar la acogida amorosa que a través del tiempo los monjes trapenses han tenido para con sus huéspedes y especialmente, en este caso con nosotros.
El día sábado, con una charla preparatoria a la visita, iba creciendo así nuestra expectativa y deseo de dar el próximo paso que era viajar al Monasterio: lugar de "presencia santificadora" como dijera el Obispo de Azul en su homilía; "Casa de Dios, Puerta del cielo" como rezaba el salmo 45. Este momento fue vivido por muchos como un conocer a la "familia" de Bernardo y conocer su "casa", entrar en contacto más íntimo con lo que estamos intentando vivir: ser contemplativos en el mundo.
En estas breves líneas quiero manifestar mi gozo y agradecer a todos los que han participado del Encuentro en Azul y también a los que no lo han podido hacer en esta oportunidad, pero que se han hecho presentes de diversas maneras y con seguridad nos han ayudado con su oración cercana.
Agradezco la entrega generosa de todos los que han colaborado en la organización y la abierta disponibilidad para trasladarse a 300 kms de Buenos Aires. ¡Fue maravilloso ver cómo llegaban de todos los puntos cardinales, de varias regiones y también de otros países!
"Peregrinando en busca de nuestras raíces" fue el lema del Encuentro y el día viernes fue vivido así, volviendo a nuestra génesis y al Monasterio Trapense con infinita gratitud. En las vivencias de los primeros miembros del Movimiento pudimos palpar la acogida amorosa que a través del tiempo los monjes trapenses han tenido para con sus huéspedes y especialmente, en este caso con nosotros.
El día sábado, con una charla preparatoria a la visita, iba creciendo así nuestra expectativa y deseo de dar el próximo paso que era viajar al Monasterio: lugar de "presencia santificadora" como dijera el Obispo de Azul en su homilía; "Casa de Dios, Puerta del cielo" como rezaba el salmo 45. Este momento fue vivido por muchos como un conocer a la "familia" de Bernardo y conocer su "casa", entrar en contacto más íntimo con lo que estamos intentando vivir: ser contemplativos en el mundo.
Para la gran mayoría era la primera vez visitaban un Monasterio Trapense. Un dïa brillante de sol y de gozo sobrenatural en el que la Eucaristía concelebrada y vivenciada por muchísimos amigos fue el momento cúlmine de la jornada.
Como broche, el día domingo, recibimos a Bernardo en el Seminario de Azul. Un Bernardo distendido y expansivo que compartió con nosotros sus lecciones aprendidas durante 18 años como Abad General de los Trapenses. Feliz de estar de regreso en su patria y dispuesto a retomar su rutina habitual en el Monasterio, luego de tantos años de ausencia. Entre otras, por ejemplo, la de pelar papas!
Quisiera que todos sepan que nuestro regalo a los monjes ha sido una colaboración para la reconstrucción y refacción de la ermita cercana que utilizan los monjes para hacer retiros y desiertos. ¡Gracias a todos por haber sido tan generosos! Pienso que es un regalo simbólico y de alguna manera, con este gesto, compartimos con ellos ese deseo de vivir la ascesis y el desierto en la soledad y el silencio de la oración contemplativa.
Luego de estos días de cielo que hemos vivido en el Encuentro, donde nos hemos encontrado (valga la redundancia) amorosamente, como hermanos e hijos de un mismo Padre y una misma Madre que nos miman y acarician, podemos afirmar verdaderamente y con gratitud que "Dios espera donde están nuestras raíces".
Como broche, el día domingo, recibimos a Bernardo en el Seminario de Azul. Un Bernardo distendido y expansivo que compartió con nosotros sus lecciones aprendidas durante 18 años como Abad General de los Trapenses. Feliz de estar de regreso en su patria y dispuesto a retomar su rutina habitual en el Monasterio, luego de tantos años de ausencia. Entre otras, por ejemplo, la de pelar papas!
Quisiera que todos sepan que nuestro regalo a los monjes ha sido una colaboración para la reconstrucción y refacción de la ermita cercana que utilizan los monjes para hacer retiros y desiertos. ¡Gracias a todos por haber sido tan generosos! Pienso que es un regalo simbólico y de alguna manera, con este gesto, compartimos con ellos ese deseo de vivir la ascesis y el desierto en la soledad y el silencio de la oración contemplativa.
Luego de estos días de cielo que hemos vivido en el Encuentro, donde nos hemos encontrado (valga la redundancia) amorosamente, como hermanos e hijos de un mismo Padre y una misma Madre que nos miman y acarician, podemos afirmar verdaderamente y con gratitud que "Dios espera donde están nuestras raíces".
Con un fuerte abrazo a compartir con todos en María de Guadalupe,
Andrea Beccar Varela
Coordinadora General