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viernes, noviembre 1

Día de todos los Santos y conmemoración de los fieles difuntos, por Mons. Mollaghan

“La fe en Cristo nos salva” (Lumen Fidei, 20)
Invitación de monseñor José Luis Mollaghan, arzobispo de Rosario, a celebrar el día de todos los santos el 1º de noviembre, y a rezar por los difuntos el próximo 2 de noviembre en el Año de la Fe (Rosario, 25 de octubre 2013) 

Queridos sacerdotes, religiosos, religiosas y fieles laicos: 

El 1º de noviembre, día de Todos los Santos, y el próximo 2 de noviembre, conmemoración de los fieles difuntos, son una ocasión para reafirmar nuestra fe y mirar hacia la eternidad. 

Mirando hacia la muchedumbre de santos 
En la fiesta de Todos los Santos, la Iglesia nos invita a creer y contemplar a la multitud de hombres y mujeres de todo pueblo y nación que están junto a Dios; porque han creído en Jesucristo nuestra salvación. Como nos dice la Encíclica Lumen Fidei, “La fe en Cristo nos salva” (P. Francisco, Lumen Fidei, 20). 

Mirando hacia la muchedumbre de santos, nos alegramos especialmente por la reciente beatificación del querido Cura Brochero, “testigo del amor de Cristo hacia los pobres” (hom. beatificación) y por el precioso don de nuestros santos y beatos llamados a la gloria de Dios. 
En la conmemoración de los difuntos, en cambio, miramos a nuestros seres queridos que han pasado por la muerte; sabiendo también por la fe que esta vida no termina, y que ellos han sido llamados a la eternidad. 

El recuerdo de los que han partido 
El recuerdo de los que han partido es memoria y oración Hoy miramos la parte de la historia que hemos recorrido con nuestros seres queridos y recordamos las relaciones de familia, de amor y de amistad que transcurrieron en nuestra vida. 

Los recordamos porque creemos en la vida eterna, y sabemos que nuestra vida es indestructible, y que se transforma para la eternidad (cfr. Prefacio Dif.). 

Precisamente la resurrección de Cristo es principio y fuente de nuestra futura resurrección. El mismo Jesús habló de ello al anunciar la institución de la Eucaristía como sacramento de la vida eterna y de la resurrección futura: “El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré el último día'” (Jn 6, 54). 

Más aún, nosotros cristianos creemos que estamos destinados a resucitar, porque llevamos en nuestro ser espiritual el sello del amor de Dios, que nos creó, de Jesucristo que nos redimió y del Espíritu Santo que nos vivificó. Por eso creemos en la resurrección de los muertos y en la vida del mundo futuro. 

Jesús vuelve a decirnos “¿Crees esto?” 
Ante la muerte y la esperanza de la Vida eterna, Jesús vuelve a decirnos en este día, como lo hizo a Marta en el Evangelio: “¿Crees esto?”. 

Y nuestra respuesta es sí creemos, a pesar de las oscuridades. Creemos porque Jesús tiene palabras de vida eterna, y esperamos el don de la vida después de la vida, llena de luz y de paz (cfr. Benedicto XVI, Angelus 9.III.08). 

Por ello el próximo 2 de noviembre nuestro recuerdo, y nuestra oración es para nuestros difuntos; participando en la Misa por ellos, y pidiendo por su eterno descanso en el Cielo. Como dijo San Juan Crisóstomo “No dudemos, pues, en socorrer a los que han partido y en ofrecer nuestras plegarias por ellos” ( CATIC, 1032). 

En el año de la fe, reafirmemos nuestra fe, “con la esperanza que nos proyecta hacia un futuro cierto, que se sitúa en una perspectiva diversa de las propuestas ilusorias de los ídolos del mundo, pero que da un impulso y una fuerza nueva para vivir cada día” (P.Francisco, Lumen Fidei, 57). 

Lo hacemos confiando en la Santísima Virgen del Rosario, “para que esta luz de la fe crezca continuamente en nosotros, hasta que llegue el día sin ocaso, que es el mismo Cristo, tu Hijo, nuestro Señor” (ib. 60). 

Mons. José Luis Mollaghan, 

arzobispo de Rosario

FIESTA DE TODOS LOS SANTOS

Hoy, 1ro de noviembre, nos unimos y celebramos a las personas que han llegado al cielo, conocidas y desconocidas. 

Santo es todo aquel que ha llegado al cielo. Algunos han sido canonizados, es decir que son propuestos por la Iglesia como ejemplos de vida cristiana, pero son tan santos como aquellos que han llegado al cielo.

Comunión de los santos




La comunión de los santos, significa que ellos participan activamente en la vida de la Iglesia, por el testimonio de sus vidas, por la transmisión de sus escritos y por su oración. Contemplan a Dios, lo alaban y no dejan de cuidar de aquellos que han quedado en la tierra. La intercesión de los santos significa que ellos, al estar íntimamente unidos con Cristo, pueden interceder por nosotros ante el Padre. Esto ayuda mucho a nuestra debilidad humana.
Su intercesión es su más alto servicio al plan de Dios. Podemos y debemos rogarles que intercedan por nosotros y por el mundo entero.

Aunque todos los días deberíamos pedir la ayuda de los santos, es muy fácil que el ajetreo de la vida nos haga olvidarlos y perdamos la oportunidad de recibir todas las gracias que ellos pueden alcanzarnos. Por esto, la Iglesia ha querido que un día del año lo dediquemos especialmente a rezar a los santos para pedir su intercesión. Este día es hoy.


Es una oportunidad que la Iglesia nos da para recordar que Dios nos ha llamado a todos a la santidad. Que ser santo no es tener una aureola en la cabeza y hacer milagros, sino simplemente hacer las cosas ordinarias extraordinariamente bien, con amor y por amor a Dios. Todos debemos trabajar cada día para conseguirla, estando conscientes de que se nos van a presentar algunos obstáculos como nuestra pasión dominante; el desánimo; el agobio del trabajo; el pesimismo; la rutina y las omisiones.


No estamos solos. María, nuestra SANTA MADRE, nos lleva de su mano a Jesús por Quien llegamos al Padre en el Espíritu.

y todos los santos unidos en toda su humanidad gloriosa a Jesús, nos escuchan, acompañan, asisten para que nosotros también podamos ser "santos" y felices eternamente.

Movimiento Soledad Mariana

"Soledad Mariana" es un Movimiento de espiritualidad mariana y contemplativa, fundado en la Argentina en 1973, por el monje trapense Bernardo Olivera, actual Abad del Monasterio Nuestra Señora de los Ángeles de Azul, provincia de Buenos Aires.