Querida Comunidad de Soledad Mariana,
Como integrante del grupo “Publicaciones Santiago Apóstol”, tuvimos, mis compañeros y yo, la gracia de compartir, durante varios años, el trabajo con Juan Esteban Ezcurra, hombre de muchos años de edad pero con un gran deseo de ayudar.
Su presencia noble y gentil, su juicio certero, su claridad en saber elegir textos y adecuar el trabajo, su sencillez, su profunda humildad, su simpatía y su sonrisa tan espontánea, su mirada diáfana y su profundo sentido de la responsabilidad, me marcaron mucho durante el tiempo que estuvimos juntos.
Pero…, un día dejó de venir a nuestro grupo de trabajo, por motivos familiares, no lo hacía para descansar -que bien se lo hubiera merecido-, sino para ayudar en su familia, donde otros deberes lo requerían.
Ahora, Juan Esteban está en la presencia del Señor nuestro Dios a quien tanto amaba y a quien había sido fiel toda su vida, y nuevamente, el día de su velorio y luego leyendo la nota que le publicaron en el diario La Nación, seguí aprendiendo de él.
Ahí me di cabal cuenta de cuánto había hecho de bueno en la vida, y que nunca lo había mencionado, de cuánto lo querían sus compañeros de trabajo a pesar de hacer tiempo que no se veían; y más me convencí de lo que ya sabía, que tuvo una vida fértil en familia, útil para la sociedad, plena para todos los que lo conocimos.
Mis compañeros Pancho, Mónica, Patricia, Carlos y yo, agradecidos a los años que compartimos el trabajo con Juan Esteban, les transmitimos nuestro pensamiento.
Los abraza, marcela
Como integrante del grupo “Publicaciones Santiago Apóstol”, tuvimos, mis compañeros y yo, la gracia de compartir, durante varios años, el trabajo con Juan Esteban Ezcurra, hombre de muchos años de edad pero con un gran deseo de ayudar.
Su presencia noble y gentil, su juicio certero, su claridad en saber elegir textos y adecuar el trabajo, su sencillez, su profunda humildad, su simpatía y su sonrisa tan espontánea, su mirada diáfana y su profundo sentido de la responsabilidad, me marcaron mucho durante el tiempo que estuvimos juntos.
Pero…, un día dejó de venir a nuestro grupo de trabajo, por motivos familiares, no lo hacía para descansar -que bien se lo hubiera merecido-, sino para ayudar en su familia, donde otros deberes lo requerían.
Ahora, Juan Esteban está en la presencia del Señor nuestro Dios a quien tanto amaba y a quien había sido fiel toda su vida, y nuevamente, el día de su velorio y luego leyendo la nota que le publicaron en el diario La Nación, seguí aprendiendo de él.
Ahí me di cabal cuenta de cuánto había hecho de bueno en la vida, y que nunca lo había mencionado, de cuánto lo querían sus compañeros de trabajo a pesar de hacer tiempo que no se veían; y más me convencí de lo que ya sabía, que tuvo una vida fértil en familia, útil para la sociedad, plena para todos los que lo conocimos.
Mis compañeros Pancho, Mónica, Patricia, Carlos y yo, agradecidos a los años que compartimos el trabajo con Juan Esteban, les transmitimos nuestro pensamiento.
Los abraza, marcela