Un camino de salud.
Hace unas semanas, leí una vez más a Emiliano Tardif, gran misionero de la Iglesia. Él contaba como el Señor lo había sanado de una tuberculosis grave, y como luego descubrió el carisma de sanación que el Señor le regaló para servir a muchos a lo largo y ancho del mundo, en sus viajes de Evangelización. Leyendo su historia, pensé ¿Cómo el Señor me sanó a mí? Y redescubrí con nuevas fuerzas el valor del testimonio. Ya conté en otro escrito como fue mi sanación interior, como el Señor sanó mi siquis especialmente a través de la oración contemplativa.
Desde ese día comencé a dar testimonio de mi sanación interior. Es como haberme puesto en la fila de los que dan testimonio en las Misas de alabanza y sanación, y también compartir con valentía y generosidad, el mío. Ahí me dí cuenta cuánto cuesta, humanamente hablando, ¡dar la cara y contar lo que Dios hace en uno!
Después de dar testimonio le pregunté al Señor y ¿ahora qué? No puedo repetir en cada Misa, ante la misma gente, lo mismo.
El Señor me muestra en mi corazón que ahora debo hablar de lo que veo que Él hace entre nosotros. Dar testimonio de Su obrar en las Misas, en los grupos de oración y en los distintos servicios que hacemos como instrumentos Suyos, en especial el de la oración de Intercesión, que es el principal.
Y también el Señor dijo a mi corazón, de que tengo que hablar del camino de salud que Él me regaló vivir en toda mi vida de consagrado, de mis últimos ¡31 años! Porque Él siempre me instruyó interiormente sobre este camino de salud, para sanarme a mí, y yo sabía, desde siempre, que también iba a ser para otros. Pero nunca pensé que lo iba a hablar en público, y menos aún, que esto iba a ser frente a mucha gente, como muchas veces hay en las Misas de alabanza y sanación que celebramos.
Y Él me dice, sí, tenés que hablar de todo esto, paso a paso, Misa a Misa.
Yo había escrito unos cuadernos, en la década del 80, donde hablaba de todo esto. Era mi diario personal, y lo regalé a Soledad Mariana (SM), y con eso me quedé tranquilo. Me decía a mi mismo, ahora tenés que vivirlo y punto.
Por eso, repito, me asombra verme ante tanta gente hablando de todo esto que el Señor hizo en mí durante tantos años. Lo íntimo se hace servicio. Y le digo al Señor que sí. Siempre sí. Cuando comencé a alabar al Señor con los brazos extendidos hacia Él, al comienzo me daba vergüenza, pero luego me dije, es para el Señor, un día muchos van a extender sus brazos en alabanza, y esto me dio mucha libertad.
Volviendo al camino de salud, siempre vi que se apoyaba en tres pilares, que son:
- María.
- La contemplación.
- La Misericordia Divina.
Esto fue a lo largo de más de treinta años. Y lo desarrollé en mis cuadernos, y en mi corazón (el principal cuaderno), y así el Señor me llevó de la mano.
Siempre supe que todo esto era parte de SM. Era mi pequeño aporte al Movimiento, y desde allí, a la Iglesia.
Bueno, son tantas las cosas que les quiero contar, que prefiero dejar estas líneas aquí, e ir contándolas como el Señor me muestre. Y así colaborar en la Evangelización. No hay nada que me guste más en la vida que contemplar este camino de salud, así que me va a ser muy fácil y siempre grato, el hablar de él.
un abrazo grande Martín