¿Quien eres Tú, dulce Luz que me llena,
e ilumina la oscuridad de mi corazón?
Me conduces igual que una mano materna,
y si me soltaras no sabría dar un paso.
Tú eres el espacio que envuelve todo mi ser,
y lo encierra en sí,
abandonado de ti caería en el abismo de la nada,
de donde Tú lo elevas al Ser.
Tú, más cercano a mi que yo mismo,
y más íntimo que mi intimidad,
y sin embargo inalcanzable e incomprensible,
y que haces estallar todo nombre:
¡Espíritu Santo Amor Eterno!
Eres tú el dulce manantial
que del Corazón del Hijo fluye hacia el mío,
alimento de los ángeles y de los bienaventurados.
Cristo, que de la muerte a la vida se elevó,
y me ha despertado también a mí a nueva vida
del sueño de la muerte,
y nueva vida me da día tras día,
y un día de su abundancia me colmará,
vida de tu vida, sí, ¡Tú mismo!
¡Espíritu Santo Vida Eterna!
Eres Tú la centella
que desde el trono del Juez eterno cae,
e irrumpe en la noche del alma,
que nunca se ha conocido a sí misma.
Misericordioso e inexorable,
penetra en los escondidos pliegues de esta alma
que se asusta al verse a sí misma.
Abre en ella lugar al santo temor
principio de toda sabiduría que viene de lo alto,
y en lo alto con firmeza nos amarra
a tu obra que nos hace nuevos,
¡Espíritu Santo Centella penetrante!
Eres Tú la plenitud del espíritu y la fuerza
con la que el Cordero rompe el sello
del eterno secreto de Dios.
Impulsados por ti los mensajeros del Juez
cabalgan por el mundo con espada afilada,
y separan el reino de la Luz del reino de la noche.
Entonces surgirá un nuevo cielo y una nueva tierra,
y todo, gracias a tu aliento, volverá a su justo lugar.
¡Espíritu Santo Fuerza triunfadora!
ORACIÓN AL ESPÍRITU SANTO
Por Santa Edith Stein,
monja carmelita