El título de Reina se le da a María Santísima desde los primeros siglos como indicación de su preeminencia y poder que los recibe de aquel que es el Todopoderoso: Su Hijo, Jesucristo.
Juan Pablo II, el 23 de julio del 1997, habló sobre la Virgen como Reina del universo. Recordó que "a partir del siglo V, casi en el mismo período en que el Concilio de Efeso proclama a la Virgen 'Madre de Dios', se comienza a atribuir a María el título de Reina. El pueblo cristiano, con este ulterior reconocimiento de su dignidad excelsa, quiere situarla por encima de todas las criaturas, exaltando su papel y su importancia en la vida de cada persona y del mundo entero".
El Santo Padre explicó que "el título de Reina no sustituye al de Madre: su realeza sigue siendo un corolario de su peculiar misión materna, y expresa simplemente el poder que le ha sido conferido para llevar a cabo esta misión. (...) Los cristianos miran con confianza a María Reina, y esto aumenta su abandono filial en Aquella que es madre en el orden de la gracia".
Lectura: Lc 1, 28
Y, entrando el ángel, le dijo: "Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo."
Reflexión
"Alégrate", "regocíjate"… Con este diálogo, que el ángel Gabriel entabla con María, comienza realmente el Nuevo Testamento. Por lo tanto, podemos decir que la primera invitación del Nuevo Testamento es a la alegría.
Esta alegría que hemos recibido no podemos guardarla sólo para nosotros. La alegría se debe compartir siempre, una alegría se debe comunicar. María corrió inmediatamente a comunicar su alegría a su prima Isabel. Y desde que fue llevada al cielo distribuye alegrías en todo el mundo…
Ella nos invita a distribuir también nosotros la alegría. Podemos comunicarla de un modo sencillo: con una sonrisa, un gesto bueno, una pequeña ayuda, un perdón. Llevemos esta alegría y la alegría volverá a nosotros. En especial, tratemos de llevar la alegría más profunda: la de haber conocido a Dios en Cristo".
(S.S. Benedicto XVI. Homilía en Santa Misa en Parroquia Romana de Nuestra Señora de la Consolación. 18 de diciembre de 2005)
Oración
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia,
vida, dulzura y esperanza nuestra; Dios te salve.
A Ti llamamos los desterrados hijos de Eva;
a Ti suspiramos, gimiendo y llorando, en este valle de lágrimas.
Ea, pues, Señora, abogada nuestra,
vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos;
y después de este destierro muéstranos a Jesús,
fruto bendito de tu vientre.
¡Oh clementísima, oh piadosa,
oh dulce siempre Virgen María!
Ven con nosotros a caminar