Queridos hermanos y hermanas de SM:
Se nos fue Feli, para ser más feliz, aunque, quizás, nosotros, seamos por un rato un poco infelices.
Presintiendo su pronto apagarse, el Señor me permitió enviarle, un par de días antes de su pascua, un mensaje telefónico que, según me dijeron, recibió: “¡cuando te consagraste te dije: haz honor a tu nombre y sé feliz!; ahora te digo: ¡sé eternamente feliz!”
No es secreto que Feli era hermana de una de mis cuñadas. Pero ella siempre se consideró mi hermana, sin más. Por eso, solía firmar las cartas que me enviaba: feliolivera. Yo le respondía firmando: bernardocarbonadaceituna.
Otra de sus formas favoritas de concluir sus cartas era preguntándome: “y a vos, ¿quien te quiere?” A lo que le respondía con una gallegada: “¿y a vos?
Vino a visitarnos al monasterio justo antes de su última internación. No estaba bien, pero quiso venir. Comprendí que era la despedida. Más aún cuando hablamos de “soltarse” y me dio a entender que estaba lista. También nos reímos muchísimo evocando historias(etas) del pasado. Concluimos llorando, de risa, por fuera, las lágrimas iban por dentro.
Dejando las bromas de lado, aunque ella, desde el cielo, nos las seguirá haciendo. No hay duda de que ella estaba madura para vivir eternamente feliz en Dios haciendo el bien entre nosotros. El sufrimiento la agotó corporalmente, pero la robusteció el espíritu, por eso pudo convertirse en ofrenda y sacrificio. Feli, gracias, sigue ayudándonos a ser felices, abrazando el dolor del mundo y creyendo en la Vida.
Se nos fue Feli, para ser más feliz, aunque, quizás, nosotros, seamos por un rato un poco infelices.
Presintiendo su pronto apagarse, el Señor me permitió enviarle, un par de días antes de su pascua, un mensaje telefónico que, según me dijeron, recibió: “¡cuando te consagraste te dije: haz honor a tu nombre y sé feliz!; ahora te digo: ¡sé eternamente feliz!”
No es secreto que Feli era hermana de una de mis cuñadas. Pero ella siempre se consideró mi hermana, sin más. Por eso, solía firmar las cartas que me enviaba: feliolivera. Yo le respondía firmando: bernardocarbonadaceituna.
Otra de sus formas favoritas de concluir sus cartas era preguntándome: “y a vos, ¿quien te quiere?” A lo que le respondía con una gallegada: “¿y a vos?
Vino a visitarnos al monasterio justo antes de su última internación. No estaba bien, pero quiso venir. Comprendí que era la despedida. Más aún cuando hablamos de “soltarse” y me dio a entender que estaba lista. También nos reímos muchísimo evocando historias(etas) del pasado. Concluimos llorando, de risa, por fuera, las lágrimas iban por dentro.
Dejando las bromas de lado, aunque ella, desde el cielo, nos las seguirá haciendo. No hay duda de que ella estaba madura para vivir eternamente feliz en Dios haciendo el bien entre nosotros. El sufrimiento la agotó corporalmente, pero la robusteció el espíritu, por eso pudo convertirse en ofrenda y sacrificio. Feli, gracias, sigue ayudándonos a ser felices, abrazando el dolor del mundo y creyendo en la Vida.
