Qué decir de Olga? O más bien… ¿qué no decir de Olga?
La conocí hace mucho, ¿año 82 y 83? Felicitas Carbó la había acompañado algún tiempo y me pidió que charlara con ella. Así fue. Comenzó las ejercitaciones y tuvimos encuentros periódicos hasta que me vine a vivir al campo hace unos años. Nunca dejamos de hablarnos por teléfono o de vernos en alguna escapada que, en Bs. As., me hacía a su casa.
Formó parte de la Escuela de Oración “Orantes de San José”, muchos la conocieron en Soledad Mariana. Era fiel a los encuentros y retiros hasta que ya no pudo asistir. Pero rezó diariamente por Bernardo y por el Movimiento.
Algunas de la Región Centro, a la cual pertenecía, la siguieron acompañando hasta el final, yendo cada tanto a rezar con ella. Esperaba con mucho gozo estos encuentros. Vivió su pascua el día anterior de uno de ellos, a los 96 años.
Mujer de oración, ¡una enamorada de Dios! Llegó al Movimiento con una intensa herida interior, imposible de curar por nosotros los humanos. Fue fiel en la oración y apertura a la Obra de Dios, confiando únicamente en Su Misericordia. Y Dios, que no defrauda, la oyó y curó. Pocas veces he tenido la experiencia de ver una sanación semejante y un corazón reconciliado.
Hace unos años deseaba que el Señor viniera a buscarla. No entendía por qué la hacía esperar tanto. Ya tenía dolores en los huesos y estaba limitada en el caminar. Y bueno…, le respondía yo, por algo grande el Señor debe de estar queriendo que aún reces aquí.
Ayer, 18 de diciembre, mientras dormía, su amado Jesús la vino a buscar. ¡Alabado sea!
A mi me resta agradecer por su amistad y por tanto que me enseñó con su vida.