...de Don León Monsalve (cuñado de Don Guenchupan)
Subida al cerro, en camioneta, tres almas en busca de la suya.
Un rancho pequeño con más alero que casa, una cocina a leña, bajo techo que encendida calienta el agua, a la espera de las visitas. Nos recibe su rostro sonriente. Están a la vista el paso de los años y las tristezas pasadas, y porque no, las penurias (que nos cuenta y lo son para nosotras, aunque él las detalla con la naturalidad de quien hace un mate). La dentadura incompleta y unos ojos que no ven demasiado, (nos dirá que un pastor le esta haciendo ver de nuevo, porque estaba casi ciego).
Los relatos se suceden de tortas fritas, en sillas a fuera, hasta el corral, lugar donde amansa las vacas y las ordeña, para sacar la leche que tomará cada mañana.
Un perro blanco nos mira desde el pasto.
Las tortas recién amasadas, están muy ricas, pero más lo está su forma florida de hablar, con risueños chistes, dichos al pasar, gallinas que cambian de saco de colores para el domingo, y detrás un agua clara que sale sin parar.
Enmarcando la breve casa, matorrales de flores naranjas y algunas liliáceas que se trepan entre los espinos…me conduce a verlas de cerca… Un pequeño sendero que no va a ningún lugar…solo unos pasos entre la mata y nos cambia el paisaje.
Allí, pondrá algún día la huerta. Y también algún día ampliará la casa, tiene la madera para hacerlo, pero se dice que está haragán.
Camino al corral, pasando por el puentecito improvisado, llegamos a la entrada de palos, casero, ondeados por la lluvia y el sol, tierra repleta de pisadas de animales que no vemos, están en la campiña pastando.
Bajo el puente, de tres tablas apenas, pasa un rio blando de agua fresca y cristalina, tanto lo es, que dan ganas de beber todo el tiempo de ese manjar bajado del cielo. Tanta cosa natural, tan divina, ( se me llenan de lágrimas los ojos que ven al recordar), en el agua helada, la olla de la leche, en el recodo del mini-rio, un claro del monte, con una mesa y un fogoncito apagado, la pava tiznada, no recuerda su color, pero tiene ahora un color más fino, el de las cenizas de todo un tiempo que transcurre en el silencio perfecto, donde el agua y los días corren a un mismo andar.
Más adelante, foto de tres, y de tres otra vez. Quién no quiere llevarse este hombre en el alma y en la imagen para nunca olvidar que conocimos un hombre de Dios.
Volviendo, nos queda de lado el galpón y una tapera, tan pequeña como casa del árbol, para cualquier niño, ahí vivieron en los primeros tiempos, ahí vivió con su esposa…se conmueve al nombrarla. Se nota en la voz y en el decir el recuerdo, que no se va. Nos cuenta de la enfermedad que sufrió su mujer, "ella que era tan buena"…dice, "tanto dolor"…que no había como ahora medicinas para este mal, "el cáncer se la llevó"…desde entonces está solo. Le brilla la mirada, como quién ve, al recordar.
Sus ojos que casi no ven, lo ven todo, lo dicen todo y su mano tendida de mate en mate, palabra a palabra como rosario que se desgrana nos cuenta las idas y venidas de un hombre en el corazón de la montaña, don León Monsalve. Sencillo hombre de Dios.
Quiere que nos quedemos, pero la tarde ya anuncia la hora de volver. Pronto será la misa, donde en el Encuentro, recordaremos este "Encuentro".
La despedida fue tan rica como cada segundo vivido ahí. Un abrazo y un saludo, de hermanos, "hasta pronto hermana" nos sorprende al apretar la mano que nos da, recordando a los que no vinieron y a los que espera. Diciéndonos, que siempre está y hay mate para tomar.
Que se irá mañana o pronto a Bariloche, que baja poco, que conoce a todos los Monsalve, que son muchos y que hay de todo, pero que él no habla porque todos tenemos nuestros defectos y dones. Que la visita a Blanca ( otra nota, para la música de Dios) , que la radio no le anda, que no son las pilas y que le falta afeitar.
Nos cuesta volver…cómo no querer quedarse en ese pequeño-gran paraíso, si todo, todo nos habla de Dios.
Mientras damos la vuelta, las tres nos encontramos felices y sentimos arder nuestros corazones.
El nos ha bendecido con este Encuentro, (no me alcanzan la boca y los ojos para sonreir).
Gracias Mechita Y Tere por estar ahí.
Graciela Cañas. Grupo Misionero Santa María del Encuentro. Misión 2015 en Paraje Rio Villegas, Bariloche.