Juan 3:14-21
De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todos los que creen en él tengan Vida eterna. Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. En esto consiste el juicio: la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Todo el que obra mal odia la luz y no se acerca a ella, por temor de que sus obras sean descubiertas. En cambio, el que obra conforme a la verdad se acerca a la luz, para que se ponga de manifiesto que sus obras han sido hechas en Dios".
Ya avanzados en el camino de la cuaresma el evangelio de este domingo nos coloca entre la elección de la luz y las tinieblas, la verdad y la mentira. La luz es Luz y las tinieblas, tinieblas son. En las cosas del Reino de Jesús no hay media-sombras ni grises.
Esto dicho así, secamente, parecería un camino para super hombres y super mujeres. El Reino sería de aquellos que con sus solas fuerzas permanecen siempre en la verdad (y miran de reojo a todos los demás, débiles, mediocres, etc. que no lo pueden hacer).... si esto fuera así, la Iglesia sería -y ¡ay! cuántas veces en la historia ha sucedido- una comunidad de soberbios, encumbrados en sus propios yo'es.
Pero todo se entiende mejor en relación al "Dios amó tanto al mundo....". Dios entregó todo lo que tenía (su único hijo) para que fuéramos capaces de estar en la luz. Dios se pone frente a nosotros (podríamos decir, dentro de, arriba de, abajo de... etc.) para que seamos capaces de estar en la luz.
Cuando Juan nos dice que el Padre "entregó" a su Hijo, está usando el mismo verbo que los evangelios sinópticos usan en la última cena: "Jesús ...tomó una copa, dio gracias y se las entregó..." "Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes." (Mt. 26,27 y paralelos). Jesús confirma la entrega del Padre, siendo obediente hasta la muerte, y muerte en cruz. El Padre nos dona al Hijo y el Hijo se dona a cada uno de los que creen en Él. Estar en la luz es entonces creer y confiar que hemos sido amados primero.
En este amor (el del Padre y del Hijo) nos seguimos encontrando en cada Eucaristía hasta la Pascua.
Pbro. Fernando Gil
Moron - Cuaresma 2009